Tiene unas vistas espectaculares y está todo muy bien acondicionado. Es uno de esos lugares que debe estar en cualquier itinerario por las Dolomitas italianas y que, sin duda, gustará a cualquier apasionado por la montaña y la naturaleza. Ojo, en cualquier caso, que en lo alto, a más de 3.000 metros de altura e incluso en verano, hace frío y mejor llevarse ropa de abrigo tanto para abajo (pantalones) como arriba (chaqueta e, incluso, anorak). La experiencia, sin duda, vale la pena.

En nuestro caso pudimos comprobar mediante una webcam, que puede consultarse vía Internet, cuáles son las condiciones climatológicas arriba. Lógico, si se tiene en cuenta que el billete ronda los 30 euros por persona y que solo admite un trayecto de subida y otro de bajada. Recomendable, por lo tanto, estar al tanto de si se podrá o no ver mucho. Nosotros, justos de calendario, subimos pese a que a priori no era el mejor día. El paso del rato y algo de paciencia hizo que algunas nubes pasaran de largo y disfrutáramos por momentos de algo de cielo azul, rayos del sol y mejores vistas de unas grandes panorámicas.
Se sube en un funicular, que lo hace rápido y que tiene un par de paradas. Cada una con sus vistas, aunque obviamente la más llamativa es la de arriba de todo. Desde una y otra -y por lo menos en agosto- el aspecto del antiguo glaciar se ve muy reducido, casi a su mínima expresión. Cuesta creer que apenas un siglo atrás tropas autro-húngaras, en su enfrentamiento frente a los soldados italianos, cavaran y construyeran sus acuartelamientos entre el hielo durante la Primera Guerra Mundial. Los transalpinos se situaron en la zona sur, entre las rocas. Hubo bajas, como se puede seguir en una exposición montada en la cima y que apenas está un par de niveles por debajo de la zona de restauración. ¡Qué lujazo tomarse un café -o lo que se quiera- con esas vistas! Y gran complemento, histórico, el relacionado con el enfrentamiento y que también incluye piezas encontradas en la montaña (y no solo de armas sino también de utensilios u otros objetos).

De forma muy esquemática, la Marmolada (no muy lejos de la ciudad de Trento) es el punto más alto de las Dolomitas (parte de los Alpes) con varias cimas por encima de los 3.000 metros. La mayor de todas ellas, Punta Penia, llega exactamente a los 3.343 metros. Según leemos se escaló por primera vez (la Marmolada) por su cara norte en 1864 y, por su cara sur, algunos años más tarde, en 1901. Sus paredes de piedra, para los no versados en alpinismo, hace pensar que no sería tarea fácil. Y menos con el equipo de por entonces, lejos del que se utiliza en la actualidad. Gran mérito de personajes intrépidos, aventureros y con ganas de descubrir y forzar sus capacidades, que nada tiene que ver con las comodidades con las que hoy se puede seguir disfrutando de un lugar majestuoso e imponente.
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