Ciudad lombarda y capital de provincia, tiene algo más de 120.000 habitantes y está situada a una altura de unos 200 metros y muy cerca ya de la zona de los pre-Alpes. Es coqueta, relativamente pequeña y -por nuestra experiencia- no exageradamente masificada, que no es poco en los contextos actuales en los que nos movemos. Bérgamo, que tiene origen celta, pasado como polis romana y también como parte de la república veneciana y, después del reino veneciano-lombardo hasta prácticamente el último tercio del siglo XIX, se divide a grandes rasgos entre la Bérgamo Alta y la Baja. Todo, o lo más llamativo y recomendable para visitar, se encuentra en la primera, que corresponde al antiguo centro de la ciudad, urbe medieval amurallada por aquellos siglos.

Aconsejable, por lo tanto, alojarse en el casco viejo, que es donde se concentran la mayor parte de monumentos y zonas de interés y se evitan desplazamientos, que por el tamaño de la ciudad, pueden ser poco productivos. Para alojarse, atentos a las medidas de tráfico, ya que para entrar y estacionar se necesita un pase especial, que se puede gestionar sin problemas con los responsables del hotel, hostal o vivienda en particular. De nuestra visita, además de algunos dulces que destacaban en algunos de los escaparates -sabrosos y muy vistosos (hay alguna foto en nuestro Instagram: @evrevista)-, vale la pena callejear. Todo rezuma poso, paso del tiempo y encanto. El que han sabido mantener y potenciar para hacer de esta urbe un lugar todavía muy atractivo.
Sus principales edificios y monumentos se concentran en las plazas del Duomo y Vecchia, que se distribuyen de forma adyacente. Pegadas, no tienen pérdida. De la primera, interesante el edificio del palazzio Nuovo, donde se ubica la Biblioteca Cívica, del siglo XVII y que aloja una amplia colección de libros y antiguos manuscritos. En la entrada, puede tenerse que esperar para poder acceder al primer piso. En una de sus salas, destacan dos globos terráqueos de grandes dimensiones, protegidos tras cristales y que tienen varios siglos de antigüedad. Desde cerca, impresionan por su delicada y precisa factura. De esta plaza, también valen la pena el palazzo de la Regione, antiguo palacio comunal porticado del siglo XII, con un llamativo león en uno de sus balcones que recuerda su pasado como parte de la república y reino veneciano. O, el palazzio del Podestá, del siglo XII.

Alcanzando la otra plaza, el edificio, conjunto -podría considerarse- conformado principalmente por la Basílica de Santa María la Maggiore, junto con la Sacristía, Campanario y Capilla Coleoni es destacadísimo. Por fuera ya llaman la atención, pero por dentro la renovación aplicada y experimentada por el edificio principal entre los siglos XVI y XVII, llena de detalles y tapices lombardos y venecianos colgando de sus paredes y la profusión, casi desmedida, de color por todas partes impacta y casi apabulla. Supone un verdadero espectáculo, inesperado. El duomo, por supuesto, también cercano, con fachada y cúpula del siglo XIX, merece su espacio si bien parte del protagonismo se lo lleva la basílica. Desde la Capilla, desde lo alto a donde se puede subir, ofrece unas bonitas vistas sobre la parte Alta y antigua de Bérgamo.
Y si es por vistas, también vale la pena coger un funicular para subir algo más hasta la zona de la Rocca, antigua fortaleza, del siglo XIV, desde cuyo torreón se puede gozar de amplias vistas de toda la ciudad, llanura y comienzo o cercanía, imponente, de los poderosos y majestuosos Alpes. Es, además, una buena zona donde reservar, al atardecer para cenar (ojo con los horarios, que son más europeos que peninsulares).
(Más fotos y contenidos sobre algunos de los rincones y lugares comentados en nuestros perfiles en FB, IG y TW -X-: @evrevista)

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