Por la ciudad de Como lo primero que viene a la cabeza es el lago del mismo nombre, que tiene mucha fama y que es francamente precioso. De origen glaciar, tiene forma de «Y» y se encuentra cerca de los Alpes, de Suiza y a apenas unos 40 kilómetros más o menos de Milán. La ciudad, de unos 85.000 habitantes y origen romano (fundada como colonia en el siglo I a.C.), se ubica, respecto al lago, en la parte inferior, en una de las patas: la suroccidental. Por cierto, si ya desde tiempo atrás, era una población popular -puede leerse, que «entre la jet-set« por sus villas y palacetes a orillas de sus aguas-, la compra no hace tantos años del actor de Hollywood George Cluny de una casa en sus cercanías disparó todavía más el interés por parte del turismo. De hecho, éste es uno de los grandes motores de su economía.
El otro, la industria manufacturera y más concretamente la de la seda, siendo uno de los grandes centros productores de Europa desde hace varios siglos (desde el siglo XVI). Dato que remite a la historia de este lugar, que ha ido cambiando de manos, enfrentada históricamente a Milán -aunque también formó parte del ducado milanés (español entre los siglos XVII y comienzos del XVIII)-, también estuvo encuadrada dentro del imperio austríaco, el reino Lombardo-véneto o, incluso el de Cerdeña. Desde finales del s. XIX se integró en el estado de Italia, creado por entonces.
De Como, vale la pena dar una vuelta por todo el centro histórico y que corresponde, en su dibujo, al establecido por Roma. De hecho, su emplazamiento original como colonia estaba algo desplazado del actual, trasladada a su ubicación donde se encuentra hoy por hoy por Julio César. Y de esta zona, destaca de forma muy notable la Catedral, duomo, empezada a finales del siglo XIV, de estilo renacentista, y sobre la que se estuvo trabajando hasta darla por terminada en 1740. La fachada es bonita y cabe reseñar, sobre todo, dos figuras que representan a los personajes, naturales de Como, Plinio «el Viejo» y Plinio «el Joven». Pero, lo que más sorprende es su majestuoso y muy elegante interior, de cruz latina, gótico y con decoración renacentista. Una visita más que aconsejable.
Por lo demás, lo típico es coger una de las embarcaciones que salen desde la zona portuaria y que conectan con bonitos pueblos como, por ejemplo, Bellagio. Ojo, porque las colas son considerables -con lo que mejor ser precabidos y reservar antes-. Nosotros no lo hicimos -nos desplazamos en coche- y alguna dificultad encontramos después para poder aparcar. Por lo que se refiere a fechas, el verano es temporada alta y, aunque en Como, la situación no es exagerada, sí se producen grandes aglomeraciones en los pueblos donde es más difícil visitarlos en las mejores condiciones.
Volviendo a Como, es también habitual coger un funicular para subir hasta Brunate, con unas espléndidas panorámicas sobre el lago. También es interesante visitar el Templo Voltano, con una exposición permanente dedicada a otro de sus ilustres vecinos, el físico Alessandro Volta.
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