Es una ciudad que encandila, no deja indiferente, atrae o repele pero sin duda no permite la neutralidad. De ahí que cuente con muchos seguidores, pero también otros tantos detractores quejosos de los altos precios, la enorme soledad que se puede padecer o la feroz competencia y ultraindividualismo. «Una urbe dura», aseguran muchos de los que por ahí han pasado. En cualquier caso tiene aura, alma y cierta o mucha magia -según se mire y para quién- y de ahí que parezca casi lógico y obligatorio que un escritor de la talla -como fue- de Javier Reverte le dedicara un libro. Se pasó tres meses un otoño de hará algo más de una década, en una obra que se plantea casi como un diario con entradas regulares y habituales, y con menciones -casi excesivas- al estado del tiempo, la climatología.
Ese es uno de los pocos ‘peros’ que puede acharcársele a este libro, que por otra parte cumple y responde a muchas de las preferencias del autor, ávido lector, amante de la literatura, el periodismo, la historia o la música. De todo ello, como es una constante entre sus obras, hay mucho o bastante en este libro, sobre una urbe llena de misterio y que, como recuerda, fue fundada por los holandeses en el siglo XVII. Lo hace cuando describe los orígenes del bulevar Broadway, que podría haber sido «un sendero índio» pero que se construyó para dar desahogo a una ciudad en plena ebullición como era Nueva York en aquellos inicios.

Por cierto, de la ciudad sabemos que en aquellos años -durante la estancia de Reverte- contaba con más de 380.000 millonarios (entendidos como las personas con un patrimonio por encima del millón de dólares), solo por detrás de Tokio, que tenía más de 450.000 (460.700) y por delante de Londres, con algo más de 280.000 ricos (281.000). Explica que en esta ciudad hay, más que nada, «primero floristerías, luego farmacias, después bares y, por último, iglesias». Y es que en relación a esto último, en Estados Unidos «el 71% de sus habitantes cree en Dios» y entre la comunidad negra ese porcentaje sube «hasta el 88%». De Harlem dice que es un barrio abierto y multiéntico; y que «las sangres diferentes enriquecen». Y de Coney Island, que es «la playa popular de Nueva York», respondiendo su nombre a «la enorme cantidad de conejos que la habitaban siglos atrás». Chinatown es, lamenta, el peor de los barrios y no por ningun tipo de conjetura o sesgo en particular sino por «su falta de higiene».
En otro sentido muy distinto, parece un claro enamorado de «The New York Times», del que dice comprarse un ejemplar todos los fines de semana -o mejor los domingos-, cuando el rotativo en su versión tradicional supone «un kilo de papel por 5 dólares, con reportajes en profundidad, rigor, información contrastada y voluntad de objetividad». También del ámbito del periodismo recupera una frase escrita en las paredes de las oficinas de United Press: «Escribe para que te entienda el lechero de Ohio». Del ámbito de la fotografía cita una frase de Bresson: «Fotografiar es poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo punto de mira».
Y siguiendo con el mundo de la cultura, pero en esta caso virando hacia la poesía y en referencia a uno de los más ‘grandes’, Lorca, escribe: «La vida de Lorca está íntimamente ligada a Nueva York. No sólo porque su padre falleciera en la urbe, sino porque allí compuso uno de sus mejores libros: Poeta en Nueva York». Del Met, admite ser un buen admirador, si bien lo sitúa justo por detrás de los espacios que marcan el paso en el escenario internacional: el Prado, Hermitage, Louvre y British Museum. Y del ámbito de la música, asegura que la ciudad de los rascacielos no es territorio ni para el country ni el blues. De este último, explica «sus orígenes se encuentran entre los esclavos de la campos de algodón del Sur».

«21,5 kilómetros de largo de una isla» que parece corta pero que es larga y de ahí que se «camine mucho», con lugares como Wasington Square, lo opuesto a Times Square, «chabacana y hortera»; y de la que no sabe si es masculina o femenina: por momentos le parece una cosa y luego la contraria, abriendo la posibilidad a una identidad «bisexual». . «Abierta a los sentidos, romántica, libre, enérgica…» Adjetivos sobran sobre una ciudad que en el mundo del cómic muta a Metropólis o Gotham, fruto de una «irrealidad que emana de una realidad tan abrumadora». Una estancia, tres meses, de los que asegura «han pasado volando».
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