Hay personajes que lo cambian todo, que tras su llegada o su paso nada vuelve a ser igual. Ejemplos los hay de todos los colores y en muchos ámbitos -también negativos, por supuesto-. En el del fútbol o el deporte, Cruyff y Barcelona es un ejemplo fácil pero el de Maradona con Nápoles todavía está más claro o alcanza una dimensión más trascendente, emocional, primitiva. Su presencia o recordarios del astro argentino se multiplican por todos los rincones de la ciudad. Con él, el sur italiano recuperó el orgullo perdido después de verse reducido o acomplejado por un norte poderoso económicamente y también a nivel futbolístico, con dos colosos como Juventus o Milán como grandes dominadores. Con Maradona eso cambió. Y lo hizo desde ese momento y prácticamente para siempre. El mapa mutó o se hizo más diverso, multipolar (aunque con reservas).
Jugó siete temporadas, desde 1984 a 1991, y ganó su primera liga -también la del Nápoles hasta la fecha en toda su historia- en 1987, como culminación a un periodo extraordinario iniciado el verano anterior con la victoria de Argentina en el Mundial de México’86: hitos al alcance de muy pocos, tanto en el ámbito del deporte como en cualquier otro. Con Maradona lograron hasta su marcha otra liga más, una copa de la UEFA, una copa de Italia y una Supercopa: títulos notables alcanzados por un futbolista que era el estándarte y que aportaba mucho, muchísimo, a un equipo que se veía impregnado de su inmenos talento. Y también de su enorme pasión, que siempre le acompañó a todas partes (para bien y para mal).

Hubo alguna excepción o matiz, como cuando con Argentina disputaron frente a Italia las semifinales del Mundial’90 en San Paolo (hoy el estadio del Nápoles lleva el nombre de Maradona) contra el país anfitrión y tuvo que soportar cánticos de apoyo no hacia su persona (ya por entonces era un ídolo casi de carácter celestial) sino hacia el combinado transalpino. Casualidades incómodas que hacen tomar elecciones para las que el corazón y la cabeza no siempre están preparadas. En Nápoles, urbe que parece haberse detenido, congelado, en los años ochenta del siglo pasado, hay banderolas, souvenirs y murales por todos lados en honor y exaltación del que para algunos tiene consideración prácticamente de ‘dios’ terrenal.
Uno de los lugares más curiosos y que conectan precisamente con esta vertiente más espiritual se encuentra, en el centro, en la piazzeta Nilo, en el Bar Moreno, trufado de elementos que recuerdan a Maradona. El mayor foco, si cabe, se lo lleva un pequeño altar, dicen incluso que con un pelo del ’10’ argentino, con sus velas, estampas… La dimensión y trascendencia del jugador, que también en Nápoles vivió su parte más oscura -iniciada según parece en Barcelona- está más que justificada. Con él, un pueblo recuperó una dignidad que no había desaparecido pero igual sí condicionada.

Dicen de Maradona que solo llegar a Nápoles y al ver a los chavales jugando por las calles y en las plazas a fútbol, reconoció sentirse como en casa y que al poco de pisar las intalaciones del club le recordó a las de Argentino Juniors, con quien hizo su debut en el fútbol profesional. De los chavales, explicó, le recordaban sus orígenes en uno de los barrios más humildes de Buenos Aires, en Villa Fiorito. Su objetivo, aseguran que afirmó, es que se sintieran orgullosos. Fue una historia del sur pobre contra el norte rico y poderoso. Y, se impuso el talento. //
(Más fotos y contenidos en nuestro perfil de IG: @ev_revista)

0 comments on “Nápoles, la ciudad del ‘Dios’ del fútbol”