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Roma, ‘la ciudad eterna’, en un ‘pis-pas’: San Pedro (I)

Es una ciudad espectacular, de gran historia, cerca de 3.000 años; un origen legendario, situado en el año 753 a.C por parte de dos hermanos, Rómulo y Remo, abandonados por sus padres, el dios Marte y una vestal, y amamantados por una loba; con un anfiteatro, el Coliseo, como el más importante y mejor conservado de la historia; y un largo etcétera que la convierten en una de las urbes más destacadas del mundo y de gran trascendencia, valor y significado para la conformación de lo que hoy se entiende por Occidente.

Todo ello hace que el viaje sea recomendable en unos cuatro o cinco días, incluidas visitas de media jornada a espacios como el Coliseo, el Foro o la enorme y espectacular Basílica de San Pedro -la mayor iglesia católica del mundo, con su impresionante y universal Capilla Sixtina, de Miguel Ángel-. En este primer artículo, en cualquoer caso, vamos a centrarnos en el Vaticano.

Vaticano: estado independiente desde 1929

Lo primero, si se llega en tren desde Civitavecchia -Roma está a unos 20 kilómetros del mar Tirreno- a la estación que queda cerca de San Pedro es acercarse al Vaticano, que no adquirió su estatus de estado independiente hasta 1929 -por el Tratado de Letrán, pero que ha ostentado gran poder durante toda su historia-. De hecho, por poner un ejemplo, en el año 800 d.C. el Papa León III coronó al rey franco Carlomagno en la basílica de San Pedro como primer emperador del Sacro Imperio Romano -entidad política que llegaría hasta 1806, cuando Napoleón, que ocupó Italia, acabó con aquel anacronismo-.

El número de visitantes a este espacio, de significado religioso e histórico notable, es ingente a diario. / IRV

Diez siglos durante las cuáles ambas figuras, Papa y emperador, desempeñaron papeles relevantes aunque irregulares. En 1309, con una Roma convertida en ciudad-estado feudal de perfil decadente, el Papa se vio obligado a refugiarse bajo protección franca durante 68 años en Avignón -incluida una etapa de bicefalia con un segundo Papa en Roma-. La época más esplendorosa de Roma, en su parte occidental, había acabado en 470 d.C. ante las invasiones bárbaras y debilitado también gravemente por las intrigas y disputas internas.

Con Octavio Augusto, justo después de Julio César, que apenas ocupó el poder como «dictador vitalicio» durante cuatro años y fue asesinado en 49 a.C -acuchillado en el Senado-, fue cuando el Imperio Romano alcanzó su cénit. En 64 d.C., con Nerón, la ciudad o buena parte de ella fue arrasada por un enorme y descontrolado incendio que duró nueve días, que la leyenda atribuye al propio emperador pero los historiadores mayoritariamente descartan y del que se culpó a los cristianos, que fueron perseguidos.

En el siglo IV d.C Constantino declaró el cristianismo como religión oficial y trasladó la capital a Bizancio, en un movimiento que a la postre acabaría por descomponer el imperio en dos partes y supuso ya un punto de no retorno. El medievo fue una época oscura para Roma que recuperó progresivamente su esplendor y brillo durante el Renacimiento, en los siglos XV y XVI, y que se extendió a la centúria siguiente por empeño de los papas, que la embellecieron a base de palacios, iglesias y fuentes. Hubo también problemas y situaciones críticas, como la ocurrida en 1527 con el saqueo de las tropas del habsburgo Carlos V, rey de España. Después caería bajo dominio francés hasta la unión del país en 1870.

Primera Basílica de San Pedro, en el s. IV dC

Volviendo por unos momentos a Constantino, fue éste quien en el siglo IV d.C. hizo construir la primera basílica de San Pedro, que duraría en pie hasta el año 846, cuando fue saqueada por los sarracenos. El Papa León IV hizo construir una muralla para protegerla. Desde 1377 fue residencia papal. La actual basílica data de noviembre de 1626 como reconstrucción y ampliación de la originaria. Trabajos que se extenderían durante cerca de un siglo, aunque dando lugar a la iglesia católica más grande del planeta: mide 186 metros de largo y cuenta con una cúpula a una altura de 132,5 metros de un diámetro de más de 40 metros.

Debajo se encuentra un baldaquino de bronce, obra de Bernini; y al poco de entrar, a la derecha de la puerta principal, destaca la escultura de «La Pietá», de Miguel Ángel, creada por el artista cuando apenas tenía 24 años. El Museo Vaticano cuenta con un millar de salas y pasillos. Destacan las destinadas a la obra de Rafael aunque, por encima del resto, brilla la Capilla Sixtina, capilla privada del Papa y donde se reúnen los cardenales para los cónclaves y las posteriores y a menudo tardías fumatas blancas. En su bóveda, Miguel Ángel representó «La historia del Hombre», desde la Creación al Diluvio, en apenas cuatro años de trabajo (1508-1512). 23 años más tarde, cuando el artista tenía 60, en el altar, pintó «el Juicio Final». Esta vez necesitó siete años.

Parte de las murallas que todavía hoy se conservan y que hablan del pasado convulso y agitado de esta parte de Italia. / IRV

Plaza de San Pedro

La Plaza de San Pedro, planificada por Bramante en su concepción más o menos actual, se encuentra encima de donde originalmente se cree que se situaba el circo de Nerón: lugar en el que murieron infinidad de cristianos y donde se podría haber producido el martirio de San Pedro. De hecho, una columna egipcia, de 1586 y 26 metros de altura, podría coincidir con la meta indicada de dicho circo neroniano. Bernini fue el reponsable del diseño de la plaza, cuyos trabajos se extendieron durante 12 años. Cuenta con 284 columnas y más de 140 estátuas. En fechas muy señaladas pueden llegar a congregarse dentro de sus límites más de 300.000 personas. Todos estos factores hacen que se trate de un lugar muy especial. Por cierto, la tan famosa guardia suiza ostenta el encargo de la protección de la Santa Sede desde hace más de 500 años: desde 1506. //

(En la segunda parte, que no última, camino del Coliseo, hablaremos sobre el Castillo Sant’Angelo, la Piazza Navona, el Panteón y la Fontana di Trevi).

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