Caminos de Ronda, una buena propuesta de costa y naturaleza para andar un poco

Los Caminos de Ronda en la Costa Brava de Catalunya son una gran alternativa para hacer algo de ejercicio en la naturaleza, cruzar varias playas y calas y hacerlo con unas vistas en muchos casos espectaculares. Nosotros realizamos la pasada primavera en un día algo nublado un amplio tramo a partir de la Cala del Castell -de hecho, empezamos un poquito má adelante pero la vimos al final-, cerca de Palamós y llegamos casi hasta el Jardín Botánico de Cap Roig, para volver por un sendero más directo y más interior, en un recorrido sensiblemente más corto y rápido pero también con menos interés paisajístico.

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Aparcamos el coche después que nos dieran varias indicaciones -aquel día el aparcamiento estaba controlado ante una posible llegada excesiva de visitantes-. Creímos seguir las instrucciones correctamente aunque al poco rato ya nos dimos cuenta que habíamos torcido antes de tiempo y dejado el coche donde no queríamos. Empezábamos este tramo del Camí de Ronda de Palamós un poco más adelante de lo esperado aunque acompañados también de varias personas que habían optado -por error o intencionadamente- por el mismo itinerario que nosotros.

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Al poco de comenzar ya descubrimos algunas  calas y vistas muy bonitas -incluso con una metereología que no era la más indicada-. Caminamos de ida cerca de hora y media -igual algo menos- para cruzar varias calas pequeñitas, singulares y bellas. Algunas incluso, según leemos y también comprobamos, con algunos tramos destinados a la práctica del nudismo -y aquel día y con esas temperaturas, tenía mérito-. Destacan particularmente, Cala Estreta, dels Canyers, de Roca Bona o El Crit. Muchas de ellas, poco concurridas también en temporada alta por su dificultad de acceso y por sus dimensiones: pequeñas y que tampoco permiten grandes aglomeraciones. La naturaleza en esos rincones es algo abrupta, con mucha roca, poca arena pero escenarios potentes y preciosos.

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En otros puntos, no ya en la arena a la que en varios momentos se llega a bajar, es cuestión de andar por senderos. En algunos tramos se sube y se baja sin ser exageradamente exigentes aunque tampoco -y eso ya va a gustos- para todos los públicos. En algún punto se puede sufrir algo -poco- y pese a que puede ir dirigido a un público no experto y sobre todo familiar, hay que ir con cierta prudencia durante parte del recorrido. Pinos, matojos, alguno encina, mucha roca, tierra… permite un contacto directo con la naturaleza por caminos bien indicados y también, en general, en buenas condiciones.

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Nuestro recorrido, a la ida, acabó en un pequeño embarcadero o almacén de pesca -por sus dos puertas de madera, pintadas de azul y que parecía que no se abrían desde hacia algún tiempo-, al que se bajaba por unas escaleras de piedra. Ese día el mar estaba algo animado, bravo, dándole a la jornada y caminata mayor interés.  A la vuelta y para no seguir el mismo trayecto y también algo cansados, cogimos un sendero más corto e interior. Más directo, también carecía del atractivo del primero. Llegamos, eso sí en unos 40 minutos hasta la Cala del Castell -que no habíamos visto al comienzo-.

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En cualquier caso, nos gustó. Es una de las playas de arena fina más grandes de toda la Costa Brava. Ese día, ya a finales de abril, no había demasiada gente. Pudimos sentarnos tranquilamente en un pequeño pero suficiiente chiringuito para disfrutar de unas olivas y una cerveza. Al acabar nos dirigimos hacia la otra parte, dirección sur, para descubrir algunas antiguas construcciones pesqueras transformadas en viviendas, de colores vivos, preciosas. En realidad fueron un muy buen complemento a la primera parte. Entre lo uno y lo otro, fue una preciosa jornada, muy recomendable para cualquiera amante de andar un poco, de la costa, del mar y de la naturaleza.


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