Esta ciudad alemana, a 120 kilómetros de Múnich y 95 km de Stuttgart, fue como muchas otras en el país arrasada por la Segunda Guerra Mundial. De sus por entonces cerca de 13.000 casas apenas se conservaron unas 2.500 pero aún hay quién piensa que fue un milagro que quedara algo en pie y que entre ese algo se mantuviera todavía su increíble y espectacular catedral gótica con su campanario enorme y altísimo. De hecho, según leemos es el más alto del mundo, de 161 metros aunque con algo de trampa ya que se acabó en 1890 para superar a la de Colonia con la que rivalizaba.
El acceso al interior de la Catedral, imponente más por dentro que por fuera -especialmente en un día gris como fue el de nuestra visita y a pesar de estar en pleno mes de julio- merece la pena. Quedamos sorprendidos e impresionados por la altura de sus techos, por el coro, por sus figuras y por todo el conjunto, que data del siglo XIV cuando la ciudad, sitiada por Carlos IV, temeroso de la riqueza de esta ciudad sobre todo gracias al textil y las facilidades del transporte por la proximidad del Danubio, quiso doblegara. Los vecinos, los más pudientes, al no poder acudir a la iglesia, extramuros, construyeron ésta en su interior poniendo la primera piedra en 1377. Al campanario, previo pago, se puede subir tras superar sus 768 escalones -que no son pocos-. Pese a ello y según nos cuentan, las panorámicas desde lo alto merecen la pena (nosotros no lo hicimos porque el día no invitaba a ello).
Cerca se encuentra otro edificio, éste mucho más moderno, de 1993, obra del arquitecto Richard Maier, de forma circular, fachada blanca y lisa, y que actúa como palacio de exposiciones y congresos. Se conoce como Stadthaus. También bastante próxima destaca una especie de pirámide acristalada que recuerda a la del Louvre de París. Entre ambas y también gracias a muchas otras construcciones de corte parecida, dotan a toda esta zona de un aire muy sofisticado, actual, alejado del que probablemente tendría a comienzos del pasado siglo y del que no se han conservado muchos elementos.
Algunos de los que sí han sobrevivido los encontramos en el Barrio de los Pescadores o en alemán «Fischerviertel». Cerca del río Danubio, cuenta con varias canalizaciones, pequeños puentes, edificios con forma de barco -alguno algo inclinado por efecto del agua y cesión gradual del terreno-, flores, bicicletas (las hay por toda la ciudad), algunos tramos de adoquines… Y turistas, aunque no muchos. Tiene sabor, obviamente, marinero y personalidad marcada e interesante. También a pocos metros, a apenas unos cinco minutos a pie, destaca la Torre de los Carniceros, que se encontraba en uno de los costados de esta muralla y que según cuenta la leyenda está algo inclinada por efecto del peso de los propios carniceros. Según parece adulteraban las salchichas con virutas y el alcalde al descubrirlo o intuirlo les hizo una visita. Los carniceros ante el temor de ser descubiertos se concentraron en uno de los lados de la torre y así la inclinaron ligeramente.
Sea o no cierta, tiene su gracia y todavía se mantiene en pie. Sirve también como punto de partida para realizar un paseo por toda esta parte de esta ciudad de cerca de 120.000 habitantes. La proximidad del Danubio le da un cariz especial y muy propio, fue fundamental para la historia y el desarrollo de la ciudad. Es, además, un lugar predilecto para la practica deportiva, ya sea correr, bicicleta o en las aguas del río, piragua o remo, entre otras posibilidades. Por cierto cruzando el río, se encuentra la Ulm Nueva, que ya no se encuentra en el land de Baden-Wurtenberg sino que está en Baviera.
Volviendo sobre nuestros pasos, dirección nuevamente a la Catedral nos encontramos el edificio del Ayuntamiento (la «Rathaus» en alemán), medieval, con un fachada recargada y pintada con ilustraciones referentes a la ciudad. Destaca el reloj astrológico de colores dorados. No muy lejos también se encuentra la Einstein Haus. El genial científico alemán nació en esta ciudad en 1879 y por ello existen varias referencias a su figura. De hecho, incluso la maratón que se celebra en septiembre hace mención a su figura. El propio Einstein agradeció los honores dispensados si bien con apenas un año su familia ya se trasladó a Múnich, donde desarrolló buena parte de su carrera profesional. Ulm vale la pena y puede encuadrarse dentro de un recorrido por toda esta zona del sur de Alemania. //
(Podéis encontrar más fotos sobre Ulm en este link y en nuestro perfil de Instagram: @escapadas_y_viajes)
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