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Oporto, una visita marcada por el coronavirus

Eran comienzos de semana, la situación parecía más o menos controlada en China pero algo desmadrada y preocupante en Italia, con imágenes de Venecia, Milán o Roma prácticamente desérticas. En España se habían producido algunos casos pero el mensaje del Gobierno y de las autoridades sanitarias era de cierta tranquilidad y de situación más o menos bajo control. Ante dicho panorama nos inclinamos por seguir con nuestra visita a una de las ciudades más bonitas de Portugal y, con toda seguridad, de la Península, como es Oporto. Cogimos el avión un jueves por la mañana, bastante temprano y con tiempo más que suficiente para aprovechar al máximo ese día. Teníamos vuelo y reserva confirmadas y pagadas.

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Llegamos al aeropuerto y ya nos encontramos en el viaje hacia el centro en tren -de unos 25 minutos más o menos- varias personas y parejas con mascarillas, que no invitaban al optimismo. También, con geles de mano que se aplicaban con esmero. Pasamos todo el día visitando la ciudad: el centro, la Casa de la Música, el Puente de Luis I, la Catedral o la parte -abajo- cercana al río Duero -preciosa y también muy turística-  para llegar al hotel al atardecer después de una jornada intensa pero muy bonita e interesante. Entonces las noticias en España eran otras, la situación había dado un vuelco que ponía nuestro viaje patas arriba. Por suerte, habíamos podido ver mucho de lo que más y mejor teníamos señalado entre nuestras prioridades.

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Nos levantamos y nos fuimos cogiendo el autobús 500, como nos habían recomendado, hasta la zona de la playa, algo más lejos de la parte céntrica y que nos dio otra visión de la ciudad. Paseo largo cerca del mar, día algo gris pero también con sol. Algunas personas haciendo deporte, otras paseando al perro, brisa poderosa propia del Atlántico… También en Portugal y en esa zona del norte se habían reportado varios casos y el planteamiento del gobierno luso empezaba también a enfocar la situación con mucha seriedad. Paramos para comer en una zona típica de pescadores. Menús a 15 euros de buena comida y buen servicio.

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Fue entonces cuando leímos por Internet el comunicado desde España de una próxima reunión extraordinaria del consejo de ministros y la declaración inminente, al día siguiente, del estado de alarma. Fin a nuestro viaje. Dos días que habían dado mucho de sí y que se ajustaban a la escapada que tanto habíamos visto recomendar por decenas de medios y viajeros a Oporto. La sensación fue y es que es una pequeña gran ciudad: pintoresa y con su encanto particular y algo decadente. Recomendable. En próximos artículos hablaremos con más detalle sobre lo mucho visto y visitado. Por desgracia, el coronavirus también fue demasiado protagonista. Muchos focos para un invitado que nadie esperaba ni quería.

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