Es uno de los grandes símbolos de Oporto y no es de extrañar. Grande, enorme, este puente cruza por encima del río Duero y puede verse y observarse desde muchos puntos de la ciudad portuguesa (urbe preciosa, por cierto, aunque cada vez más enfocada al turismo). Esta estructura, conformada de cientos, miles de toneladas de hierro, conecta dos barrios muy característicos y pintorescos como es, en un costado, el de pescadores, tradicional y una de las estampas más reconocidas y reconocibles de Oporto, llamado de Miragaia, con el del otro costado, conocido como Vila Nova da Gaia y muy popular por la degustación de los típicos y característicos vinos de esta zona (oporto, obvio).
¿Por qué y cuándo se construyó? Es en estas respuestas, lógicamente, donde surge el nombre del discípulo de Gustave Eiffel, ingeniero sustancial, clave, detrás de esta poderosa obra arquitectónica de dos niveles y extensiones respectivas de 400 metros de longitud en el piso superior -solo reservado para el paso del metro- y el de abajo, de 175 metros de largo y destinado a la circulación de vehículos. En ambos, hay habilitados carriles para el paso de peatones. Des del de arriba se tienen unas vistas espectaculares sobre la ciudad y sobre el río.
Se empezó a construir a finales del siglo XIX después de que durante ese siglo la actividad comercial creciera de forma muy significativa haciendo necesaria la conexión entre ambas ribas del Duero. La primera medida, temporal, fue hacerlo mediante barcas unidas por cables metálicos. Estaba claro que esa fórmula tampoco podía ser eterna ni muy longeva y fue entonces cuando se planteó el proyecto del puente. Era 1879. La empresa adjudicataria escogida fue la belga Société de Willebroeck, con papel central para el ingeniero Téophile Seyrig, discípulo en su momento del conocidísimo Gustave Eiffel. Y lo cierto es que es fácil localizar las muchas similitudes entre la popular torre de París y el Puente Luis I. Ambos, claros y poderosos ejemplos de la ‘Arquitectura del hierro’ tan característica de aquel periodo.
Se acabó en poco tiempo y se inauguró en octubre de 1886. Desde entonces y hasta hoy se ha convertido en uno de los grandes iconos de la ciudad junto posiblemente al barrio de pescadores. Ambos, grandes polos turísticos; afluencia ganada por merecimientos propios. Son francamente interesantes aunque por razones distintas. En el caso de la zona pesquera, destaca por sus aires aún -más o menos- auténticos aunque venidos a menos y transformándose a pasos agigantados para acontentar y adapatarse a los gustos de los visitantes. En cualquier caso, uno y otro, de visita más que aconsejable. //
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