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Lago de Carezza, en los Dolomitas: una maravilla de mil reflejos y muy accesible

El lago de Carezza, espectacular, es parada obligatoria en cualquier visita a los Dolomitas italianos. Cierto que no es ninguna sorpresa ni un descubrimiento imposible o de difícil acceso: se encuentra cerca de la carretera, en la región del Trentino Alto Adige, y está perfectamente acondicionado para los visitantes con zona de aparcamiento y también de restauración u otros servicios. Los precios, como es habitual en esta parte del norte de Italia, no son bajos y es recomendable, por lo tanto, saber gestionar de la mejor forma – o la más adecuada para cada uno- la cartera. El Lago, en cualquier caso, para todos aquellos que no lo conozcan es una maravilla. No es extraño, aunque también obedece a una leyenda con una ninfa de por medio, que se conozca como el del «Arco Iris».

Y es que los reflejos de las montañas de piedra, en lo alto y de frente, junto con el verde de los bosques y la variada gama de azules del lago, con las nubes encima y el añadido de mil matices aportado por las flores y otra flora constituye un conjunto que en un día más o menos soleado (es habitual también la presencia de nubes, que con el viento se desplazan y hacen que la estampa cambie de forma contínua en pocos minutos) cree un cuadro de mil matices. Nosotros quedamos admirados por la combinación, como muy probablemente también el resto de personas que aquel día coincidimos allí. No deja, sin duda, indiferente.

El Lago, alimentado por aguas subterráneas y de perfil glacial, tiene unas dimensiones no precisamente enormes, sino más bien comedidas o que no dan, para nada, pereza. Mide 300 metros de ancho por 140 de largo y cuenta con un sendero perfectamente señalizado y fácil de seguir que permite voltearlo a paso tranquilo y relajado en una media hora o algo más (dependiendo de las paradas o si se quiere buscar algún rincón -que no es fácil de encontrar- para tomar algo frente a un paisaje fantástico).

Por cierto, fantástica es precisamente una palabra que se ajusta muy bien a la naturaleza de este paraje, ya que cuenta con una leyenda que habla de una supuesta ninfa que vivía en sus aguas. Un hechicero del pueblo, Masare, se quedó prendado al verla pero ni fue correspondido ni supo como ‘robarle’ el corazón, incluso con el rapto como medio para alcanzar su cometido. Tan obstinado estaba que consultó con una bruja que le recomendó disfrazarse de joyero y construir un artilugio que formara un arco iris sobre las aguas. Así la ninfa emergería y sería el momento del hechicero para capturarla. Tan ensimismado estaba que se olvidó de disfrazarse, de modo que cuando la ninfa salió a la superfície admirada por los colores reconoció al hechicero y volvió a sumergirse para no volver a salir nunca más. El hechicero, enfadado, rompió el invento en mil pedazos haciendo que el arco iris se precipatara sobre el lago.

Curiosa, y probablemente cuestionable historia desde la perspectiva actual, que se ajusta a la naturaleza ‘mágica’ de un lugar que es casi el primero al adentrarse hacia las Dolomitas desde el pueblo medieval de Bolzano (y sobre el cuál también hablaremos en un próximo artículo). Un lugar accesible y visualmente muy potente, al que por afluencia y por las características de la luz es consejable llegar muy temprano o ya algo tarde, coincidiendo con las últimas horas del astro rey.

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