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Las mezquitas Azul y de Santa Sofía y el Palacio Topkapi, en Estambul

Pasa por ser una de las ciudades del mundo árabe más importantes del mundo
sino la que más- después de la pérdida de peso de El Cairo en los últimos años, pero que históricamente y todavía en la actualidad aún conserva en buena medida- De todos modos, parece y no es exagerado afirmar que hoy por hoy es Estambul la ciudad con más fuerza y, de hecho, una de las urbes del mundo que marcan el rumbo y el guión internacional. Desde la perspectiva turística son, además, legión interminable y comprensible aquellos enamorados de esta ciudad, de historia compleja y apasionante, y localización a caballo entre Oriente y Occidente, con un pie en cada parte. Y que pasó por llamarse Constantinopla o Bizancio y ser sede de los últimos vestigios a mediados del siglo XV del Imperio Romano de Oriente antes de la conquista del Impero Otomano.

De ella hay mucho por destacar, pero de todo ello sobresalen en especial tres edificios muy emblemáticos y de enorme proyección e importancia mundial, como son las mezquitas Azul y de Santa Sofía y el Palacio Topkapi. Santa Sofía fue durante mucho tiempo una basílica cristiana de rito ortodoxo, que data de época de Justiniano I, en el siglo VI, aunque hay quien apunta que podría haber existido una iglesia anterior que se habría erigido bajo el gobierno de Constantino. La basílica pasó a ser mezquita tras la derrota de la ciudad frente a las tropas de Mehmet II, que en un breve periodo de tiempo y ante un templo en un estado bastante dañado (fue saqueado tras la victoria) la reconvirtió en mezquita, pasándo a llamarse -y como todavía se conoce en turco- de «Ayasofya».

Respecto al nombre, según leemos, «Sofía» sería la transcripción fonética de la palabra griega «sabiduría,» siendo el nombre de la iglesia (antes de reconvertirse en mezquita) «Iglesia de la Santa Sabiduría de Dios».

Actuó como tal (mezquita) desde 1453 hasta 1931, cuando el reformista Kemal Atatürk la cerró para abrirla como museo, pocos años después, en 1935. En fecha reciente, 2020, volvió a decidirse, tras orden del actual presidente Erdogan, que funcionara como mezquita. De su arquitectura, llama la atención su espectacular cúpula central, de más de treinta metros de diámetro y a una altura de 56 metros, así como sus mosaicos bizantinos, precisamente tapados desde hace cerca de tres años por ajustarse a la prohibición de exhibir imágenes en este tipo de espacios religiosos.

La Mezquita Azul, muy cerca de la primera -las dos sobre una de las zonas más altas de la ciudad y de emplazamiento estratégico, próximas al Bósforo y al Mar de Mármara-, se construyó entre 1606 y 1616, por orden del sultán Ahmed e inagurada por Mustafá en 1617. Su nombre, en turco, es el de «Mezquita del Sultán Ahmed» y se considera la más importante de esta urbe. Como la de Santa Sofía, destaca sobre todo por su gran cúpula central de 23 metros de diámetro y a una altura de 43 metros. Llaman la atención sus seis minaretes, que en su momento fueron controvertidos por rivalizar con los mismos que tenía La Meca ( y que sumó, ésta última, uno más, hasta siete, para acabar con la polémica). Se conoce como «Azul» por contar con más de 20.000 azulejos, que adornan la cúpula central y que proceden de la ciudad de Nicea.

El último de los espacios -aunque no por orden de interés- es el Palacio Topkapi. Éste, desde su puesta en marcha (1465) y durante cuatro siglos (hasta 1853, cuando el sultán Abdülmecid se trasladó al Palacio Dolmabahçe) fue residencia imperial y centro político y de poder. Destaca por ser uno de los palacios más grandes del mundo, con una superfície de más de 700.000 metros cuadrados y que alojó a más de 4.000 personas. Cuenta con varios patios y salas ricamente decoradas y de gran elegancia, como las del Tesoro, Harén, sala Imperial o la de las Reliquias. De entre los objetos expuestos, no pasa desapercibido el diamante de 88 quilates de la madre de Napoleón, así como un sinfín de joyas, ajuar, armas de gran exquisitez y singularidad, etc.

La zona del Harén, que se abrió al público a partir de comienzos del siglo XX, cuenta con más de 400 habitaciones y una superfície de 15.000 metros cuadrados. Los encargados de su protección eran los eunucuos negros, llamados así porque todos procedían de África y que contaban con una especificidad muy concreta pero que obedecía a un objetivo muy claro: estaban castrados para evitar que pudieran poner en cuestión la virginidad de sus protegidas.

Tras un terremoto e incendio en el siglo XVI, el palacio vivió varias reformas pero mantiene algunos espacios originales, como la misma puerta principal del Palacio, que data de 1478 y es parte de la estructura encargada por el sultán Mehmed II tras la victoria sobre el Imperio Romano de Oriente (que cayó en 1453). Por los aposentos de este palacio y durante casi 400 años llegaron a pasar 22 monarcas. Una historia muy larga que, seguro, habrá dado, entre muchas cosas (buenas y no tanto) para cientos de aventuras y anécdotas.

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