«El budismo busca ayudarnos a ser mejores personas» (ent. Lama Wangchen, Casa del Tíbet de BCN)

» Entrevistamos al lama Wangchen de la Casa del Tíbet de Barcelona. Con él hablamos de la situción en su país pero también de la crisis de valores en Occidente o de budismo, entre otras muchas cosas.


La Casa del Tíbet se funda en 1994 con la finalidad de «difundir y preservar la cultura tibetana». ¿Cómo resumiría sus principales características?

Es una cultura muy humana, se basa en la filosofía budista. Desde el siglo VII que se introdujo desde India nuestra cultura se basa en la no violencia, la justicia y la libertad. Buda no obligó a nadie a seguir sus enseñanzas o a meditar. Él propugnaba que primero escucháramos y si, después considerábamos que nos podía ayudar, lo aplicáramos. Si no, que lo dejáramos y no forzáramos. Así que la libertad tiene un peso fundamental.

Respecto a la Casa del Tíbet se hacen muchas actividades y también podría decirse que actúa como una especie de consulado. Estamos abiertos a todo el mundo; de todo tipo. No hacemos proselitismo sobre el budismo o el Tíbet. No intentamos convencer a nadie sino sólo dar explicaciones.

Hablando precisamente del Tíbet, ¿cómo está la situación?

Hay muchas tensiones. Los tibetanos rezan por una larga vida del Dalai Lamai, de quien llevan una foto en el móvil, en casa o en cualquier parte. Desde fuera se ven más carreteras, edificios grandes, supermercados… se ha hecho mucho pero sobre todo para incrementar el control y la presencia de la administración china. Se ha construido la línea más alta de tren entre Lhasa y Pequín pero con la intención de facilitar la llegada de ciudadanos chinos. Ahora ya somos minoría en el Tíbet: seis millones de tibetanos por ocho millones de chinos.

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¿Se está lejos todavía de una solución?

Sí, pero hay que recordar que lo que pide el Dalai Lama no es la independencia sino una autonomía real, que no se quede sólo en buenas palabras. Tiene que haber respeto por los Derechos Humanos y las libertades de las personas, cosa que hoy no se produce. Hay que romper con el silencio y que se hable a todos los niveles y también en los organismos internacionales de la situación del Tíbet.

El Dalai Lama es el presidente de honor e inauguró la nueva sede en 2007 (hizo lo propio en 1994). ¿Cuál es su vínculo con esta figura?

La Casa del Tíbet no surgió gracias a una subvención de la Generalitat sino que la hizo posible la visión profunda del Dalai Lama, que me aconsejó montar un centro cultural del Tíbet en Barcelona. Y que éste no sólo fuera budista sino cultural evitando así cualquier tipo de problema de índole religiosa y abarcando un amplio abanico de temáticas desde, entre otros, historia o idioma a solidaridad o gastronomía. En 1994 un amigo alemán me dio su apoyo y todo se puso en marcha. El Dalai Lama vino entonces a la inauguración. Creo que en este tiempo estamos dando un buen servicio a la ciudad de Barcelona. Estamos contentos.

Y el Dalai Lama, ¿cómo es como persona?

Viví con él once años en Daramsala, así que lo conozco bastante bien. En 1982 vine a Barcelona. Para mí es un padre espiritual y guía político. Gracias a él, a su carisma y mensaje la causa del Tíbet está viva. Aunque no tenemos país, tenemos al Dalai Lama y eso nos hace estar contentos. Es una persona muy simple; es muy famoso pero su corazón es inmenso, grande y siempre ‘calentito’. Él siempre habla de la paz mundial; nos enseña a no tener rencor ni odio sino a ser pacientes.

¿Cuál es la principal enseñanza del budismo? Ya hace mucho tiempo que tiene un mayor peso en Occidente pero, muchas veces, no se tiene muy claro cuál es su mensaje principal.

Como muy bien dice ya hace mucho tiempo que ha empezado esta búsqueda. Occidente busca a Oriente y Oriente busca a Occidente dependiendo de donde nos encontremos. En el caso del budismo, que todavía es bastante nuevo aquí y que no debe entenderse como una religión sino como una filosofía para la vida cotidiana, nos ayuda a actuar, a hablar, a pensar correctamente para que cada uno pueda mejorar y también mejorar al conjunto, a los demás. Así,  su esencia es ser buena persona, tener buen corazón, hacer el bien a todos y no dañar a nadie. Es el mismo mensaje que encontramos en otras enseñanzas de Jesucristo, el Corán o el Bhagavad Gita. La esencia es la misma en todas las religiones: ser buena persona, tener buen corazón, ser compasivo y tener sabiduría.

También se dice que el budismo promueve la sublimación del deseo como fuente de frustración pero éste es también un gran motor que mueve a la persona.

Cierto, el deseo por ser siempre mejor persona, por perseverar a nivel espiritual es bueno. También hay deseos que son positivos como la paz, felicidad o salud para todos pero hay otras que no. En el budismo existen dos corrientes: la Theravada, que promueve la autoliberación y el llegar a Buda, a la paz interior y felicidad a través de uno mismo; y el Mahayana, que es el budismo tibetano. Éste habla de un gran camino donde lo que importa es el conjunto, el valor está en los demás. Y es con ellos y gracias a la fuerza, al tiempo, dedicación, conocimiento… de todos que podemos estar mejor. Es por eso que siempre tenemos que dar gracias a los vecinos, al carpintero, lampista, jardinero… Es con la colaboración de todos que podemos ser felices porque nadie quiere sufrir. Ni los animales. Así que hay que cuidar de los demás. Y es, mediante esta corriente, que la iluminación debe plantearse como forma de ayuda a los otros. Llenarse de paz, compasión, paciencia… para después ofrecerla a los demás.

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En el centro dan clases de yoga y meditación. Cada vez hay más investigaciones hablando de sus beneficios. ¿Cuáles son éstos?

La meditación en Occidente es bastante nueva, sí. Pero en Oriente tiene más de dos mil años de tradición tanto en el budismo como en el hinduismo. Ésta no está sólo reservada para los religiosos, la puede practicar cualquier persona. Da igual su religión. Meditar significa pensar, conocerse a uno mejor, ser consciente de las emociones negativas y nuestros engaños mentales que son gran fuente de sufrimiento. Celos, envidia, orgullo… todas estas emociones alteran nuestra paz interior y nos hacen daño y a nuestro entorno. Y nos hacen perder la ilusión, amabilidad, armonía… La meditación te calma físicamente y te permite, a través de la respiración, mentalmente perder tus preocupaciones. Llegados a este punto, una vez tienes la mente vacía de malas emociones y estás en calma, lo que hay que hacer es llenarla de compasión, tolerancia, paz, alegría, felicidad… Y compartirla después con los demás.

Hace un tiempo circulaba por Internet una frase atribuida, creo, al Dalai Lama que decía que «en Occidente cuando se es joven se dedica todo el tiempo a ganar dinero y cuando se es mayor se dedica todo el dinero a ganar tiempo». ¿Qué estamos haciendo mal en Occidente y qué podríamos hacer mejor?

En Occidente cuando se es joven se dedica toda la energía y conocimiento para conseguir un mejor trabajo para poder ganar más dinero. El problema es que no se disfruta del proceso y esto se traduce en mal humor, tristeza, enfado… Y así se envejece más rápido. Todo se deja para la jubilación pero entonces lo que falta es energía. De joven todo se deja para más adelante y más adelante falta energía para hacer las cosas pospuestas. Al final, la conclusión es que se pierde la vida dejando de hacer muchas cosas positivas para la persona. Nosotros apostamos por aprender cuando se es joven para poder ponerlo en práctica después. Y no dejar las cosas para un futuro que no sabemos si va a llegar o no. El budismo nos enseña a vivir y actuar en el presente. Eso es lo importante.

¿Está de acuerdo con aquéllos que aseguran que en Occidente estamos construyendo sociedades cada vez más deshumanizadas?

Podría ser, aunque todo es relativo dependiendo de dónde ponemos el foco. Es cierto que en el mundo moderno no hay mucho equilibrio entre interior y exterior, entre cuerpo y mente o entre las partes material y espiritual. La gente consume y sólo busca lo material, el dinero, pero está equivocada; la felicidad, la paz es algo que no depende del exterior sino que se encuentra en el interior. Los ricos, por serlo, no son más felices; sufren igual o más que las personas normales. Ahora el problema es que no hay equilibrio. El Dalai Lama siempre nos dice que «tenemos que tener un 50% material y un 50% espiritual». 100% material es un problema: 100% espiritual es imposible en este siglo XXI. //