Puede que el titular suene pretencioso o exagerado pero lo cierto es que según una votación de 2016 realizada por el portal Toprural y en base a la opinión de más de 35.000 personas, Ochagavía estaba en el puesto número 7 como uno de los más bonitos de España, por detrás de poblaciones de Canarias (Tejeda), Cádiz (Setenil de las Bodegas), Málaga (Frigiliana), Cáceres (Hervás), Guadalajara (Sigüenza) y Castellón (Morella). Y razones sobran para que aparezca en esa posición.
Es una población eminentemente rural, de montaña, a unos setenta kilómetros de Pamplona, en el valle de Salazar, en la confluencia de los ríos Andoña y Zatoia, y a una altitud de 764 metros sobre el nivel del mar. Destaca, en particular, sobre uno de esos ríos, el Andoña, el conocido como «Puente de piedra», medieval, espectacular, imponente, que cruza de un lado a otro, conectanado algunos de sus cuatro barrios. De Ochagavía se tiene constancia desde el siglo XI, de cuando hay documentos con la grafía «Osxagavia». De su historia, y en el apartado trágico, cabe reseñar el incendio provocado por las tropas francesas a finales del siglo XVIII, que prácticamente arrasó el pueblo entero. En concreto, según datos del propio municipio, destruyó 182 casas y 52 bordas. A mediados del siglo XIX ya había conseguido recuperarse y volver a su aspecto anterior.
Por aquel entonces Ochagavía contaba con un molino de harina y dos fábricas artesanales de curtidos y paños ordinarios. Su economía, como a lo largo de los siglos, se caracterizaba sobre todo por la agricultura y ganadería. Además, y debido a las necesidades propias del clima, se practicaba la trashumancia del ganado en invierno hacia tierras algo más cálidas de la Ribera de Navarra. Hoy algunas cosas han cambiado pero también ha sumado más sectores productivos como el turismo, la construcción o las tareas propias de la Administración Pública. El pueblo cuenta con varios bares y restaurantes, con una panadería y un paseo precioso a banda y banda del río. Es un lugar muy agradable para parar y darse una vuelta. También muy adecuado si se va hacia la Selva del Irati, cuya carretera, por uno de sus costados, empieza precisamente en esta población.
A nivel arquitectónico, Ochagavía es un buen ejemplo de caseríos y de pueblo del Pirineo navarro, con sus callejones adoquinados y casas de piedra. Algunas, por cierto, con blasones de los siglos XVIII y XIX. Destacan, asimismo, los palacios de Urrutia, Iriarte y Donamaría. También vale la pena el contundente edificio de la Iglesia de San Juan Evangelista, con restos del siglo XII, aunque mayoritariamente data de los siglo XVII y XVII. En su interior cuenta con tres retablos francamente interesantes.
Y sobre uno de los montes, vale la pena visitar la ermita de Muskilda, románica, del siglo XII y restaurada en el XVII, rodeada de una muralla y con las casas del ermitaño y del capellán adyacentes. Ochagavía, sin duda, es uno de los pueblos más bonitos de España. No sabemos si en el puesto número siete, más adelante o más atrás, pero seguro dentro de esa lista de los más destcados.
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