No es exagerado asegurar que se trata de uno de los acueductos romanos mejor conservados y más imponentes del mundo. En Segovia tienen una obra de ingeniería civil que si cabe todavía impresiona más por la época en que fue contruída: en el siglo II d.C., bajo los imperios de Trajano o Adriano, ya que la fecha exacta se desconoce. Su centenar largo de arcos (167) vistos desde abajo es desde hace ya mucho tiempo la gran estampa de esta ciudad, de unos 50.000 habitantes, situada sobre una altura media de 1.000 metros y que se encuentra en la parte sur de Castilla y León, a apenas una hora en coche o tren de Madrid.

A lo largo de la historia, con el paso de los siglos, no ha sufrido graves desperfectos manteniéndose en general -a excepción de algunos daños sufridos durante la Reconquista y reparados posteriormente y que afectaron a unas pocas decenas de arcos-, fiel a su aspecto orginal, combinando una doble naturaleza: utilitaria, al transportar agua desde la Sierra de Guadarrama; y estética, por su belleza constructiva. Hoy es el espacio elegido de forma preferente por todos los visitantes para inmortalizar su presencia en esta ciudad castellana.

Cerca, o no muy lejos -nada en Segovia se encuentra más allá de a unos vente minutos a pie- se encuentra la Plaza Mayor, que visitamos durante distintos momentos del día, tanto de día como de noche, corazón de la ciudad, y de la que destaca, al margen de la plaza en sí misma y su oferta gastronómica y de restauración- también, oferta hotelera a precios muy razonables fuera de temporada alta- su Catedral. Se construyó en sustitución de la anterior, la Vieja y que se encontraba donde hoy hay los jardines del Alcázar, en el siglo XVI (1525), en estilo gótico y de dimensiones considerables y aspecto interior notable y de gran interés.

Otro de los grandes monumentos, citado ya, es el Alcázar, fortaleza de emplazamiento privilegiado, con un foso y pequeño puente de acceso, de aspecto casi de cuento de hadas y que, según leemos, probablemente tenga sus orígenes en un muy lejano periodo celta. Su fisonomía actual data del siglo XIII, si bien siglos más tarde (en 1862) sufrió un grave incendio que requirió de importantes reparaciones, realizadas bajo el reinado de Alfonso XII a finales del siglo XIX. Destaca de su aspecto, la torrecita de Alfonso X el Sabio, desde donde se dice que el monarca estudiaba el firmamento.

Acabamos este rápido, agradable y recomendable recorrido, con una visita a la Casa-museo de Antonio Machado en la ciudad. Se trata de una pequeña residencia donde el genial poeta se instaló entre 1919 y 1932 -periodo en el que vivió en esta urbe castellana, desempeñenado su cátedra en el centro de bachillerato-. El acceso es gratuito, si bien pueden pagarse 2,5 euros para poder complementar el recorrido con las explicaciones de una muy útil audioguía. La suma de dichas explicaciones -con una quincena de puntos señalizados por sus no muy numerosas estancias- hacen del paseo, junto con la escucha de preciosos poemas recitados con gusto y sensibilidad, una aproximación a la vida y obra de un excepcional escritor, que va mucho más allá de aquellos versos tan conocidos de «Caminante no hay camino, se hace camino al andar». La casa, en la calle de los Desamparados, fue adquirida por la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce. Los muebles, mayormente, son los que había por entonces.

La ciudad -donde en su momento fue proclamada reina Isabel I de Castilla o sirvió de inspiración para la obra de Quevedo, el ‘Buscón don Pablos-‘, junto con el acueducto -aunque también podría formularse en sentido inverso- fueron declarados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO a mediados de los años ochenta, en 1985.
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