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Tenerife y el gran techo volcánico del país

No es que se pueda reducir -ni mucho menos- Tenerife solo al Teide, techo más alto de España con más de 3.500 metros de altura (3.718 m.), pero no puede negarse que es su mayor atractivo, visible desde cualquier punto de esta isla -la má grande entre las canarias- y punto de referencia, según leemos, en la navegación entre el estrecho y la costa africana. El aspecto, tanto del volcán como del conjunto del Parque Natural creado en los años cincuenta del pasado siglo y considerado en 2007 como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es imponente. Espectacular. Es un tipo de naturaleza para el que el vocabulario se queda corto y lo más recomendable es vivirlo en primera persona para dejarse imbuir por su poderío y fuerza. Abrupto, agreste, presenta una fauna y flora muy particular y, en algunos casos, casi prácticamente endémica de este lugar.

Llegar hasta él permite, a su vez, una experiencia curiosa y no extraña cuando se asciende a montañas de esa altitud. Y es que a cierto nivel no es infrecuente traspasar bloques de nubes, que delimitan la parte más alta de la inferior. Arriba puede subirse al punto más alto, si bien hay que hacerlo mediante un teleférico que hay previamente que reservar de forma telemática. El precio no es bajo. Cerca también se encuentra otro de sus muchos atractivos, todavía dentro del parque. Se trata de los Roques García, que a muchos les serán reconocibles ya que salían en los antiguos billetes de mil pesetas. Formaciones volcánicas de formas generosas, en sintonía con el aspecto general de este impresionante espacio natural.

Pero, nuestra visita también nos permitió descubrir otros lugares como su capital, Santa Cruz de Tenerife o La Laguna. Del primero destaca, sobre todo, el edificio, obra de Santiago Calatrava, del auditorio de Adán Martín, que data de 2003 y que algunos comparan con el edifico de la Ópera de Sidney. Caractaerístico del estilo arquitectónico del valenciano, se erige frente al Atlántico y es el gran espacio cultural canario. También vale la pena darse una vuelta por el casco histórico o por el mercado de Nuestra Señora de África. El segundo, es un municipio interior, coqueto, propio del urbanismo de las islas, considerado Patrimonio de la Humanidad también por la UNESCO y con presencia de todas las grandes marcas internacionales. Merece un agradable paseo por sus calles.

Y solo por citar algunos puntos más, no hay que irse sin antes por lo menos haber visitado la playa de las Teresitas, el Parque Rural de Anaga, los acantilados de Los Gigantes o adentrarse en barco un poco en el océano para tratar de avistar delfines u otros cetáceos. En este útimo caso, por supuesto, con absoluto respeto hacia dichos animales. Precisamente, un buen lugar desde donde hacerlo es desde la zona de Los Gigantes. Su nombre responde a la imponente caída de sus acantilados, de los más contundentes del país, con alturas hasta el mar de casi 600 metros. El Parque Rural Anaga es ideal para realizar trekkings por sus senderos entre su peculiar y retorcida -literalmente- vegetación.

Y por último, en Icod de Vinos, hay que hacer parada para echarle un vistazo a un árbol milenario y casi de leyenda, considerado entre los grandes iconos de estas islas. Se trata del Drago Milenario, que nada tiene que ver con dragones u otras fieras mitológicas, ya que se trata de un árbol. Se llegó incluso a creer que podría tener hasta 5.000 años de vida. Estudios recientes calculan que su edad puede oscilar entre los 800 y los 1000 años, que no es poco que digamos. Mide unos 17 metros de alto y pesa unas 20 toneladas. Motivos, por lo tanto, sobran para visitar Tenerife.

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