Capital de la región de la Liguria italiana y con cerca de 600.000 habitantes, Génova es uno de los mayores puertos de su país y de Europa. Su dimensión marítima ha desempeñado hasta la actualidad un papel trascendental y definitorio de su identidad y su rol internacional, con vaiventes diversos a lo largo de la historia, más boyantes por ejemplo durante la Edad Media y Renacimiento. Pero que también ha vivido duros y fuertes ataques a lo largo de los siglos, siendo el de las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial el último y uno de los más devastadores.

De hecho, la gran catedral de la ciudad, la de San Lorenzo, construída en el siglo XI y dedicada al mártir del mismo nombre, conserva en uno de los pasillos de la parte derecha una reproducción de una bomba caída sobre ella, lanzada por las tropas británicas en 1941 sobre la ciudad y que fue uno de los peores sufridos por la ciudad de Génova durante aquel episodio bélico y muy trágico para todos los contendientes y la historia del continente. La Catedral, de característicos colores negro y blanco, es francamente espectacular, tanto por dentro como por fuera. Sus puertas medievales fueron restauradas en el siglo XIX, como transformada fue toda la catedral desde su fundación -se realizó donde antes se encontraba una basílica de los siglos V-VI d.C.-, hasta superado el siglo XVII. De ahí, que pese a que orginariamente fuera de estilo románico, añadió otros estilos siendo el gótico uno de los más presentes. La Catedral, según leemos, guarda los restos del patrón San Giovanni Battista, trasladados a esta ciudad italiana tras la primera cruzada.

No muy lejos se encuentran otros dos puntos neurálgicos y centrales de la ciudad como son la Piazza de Ferrari, dedicada al duque Raffaelle Ferrari que dono una gran suma de dinero en 1875 para ampliar el puerto de Génova y que cuenta con una característica, geométrica y con cierta gracia fuente central de bronce. Y, prácticamente al lado -puede verse de forma directa una desde la otra-, el Teatro Carlo Felice: ópera de la ciudad, inicialmente erigida en 1823 y fuertemente dañada durante la Segunda Guerra Mundial, obligada por lo tanto de serias actuaciones de reparación. Con capacidad en su sala principal para 2.000 personas, recuperó la idea de plaza cubierta de 600 metros cuadrados de superfície y conserva las columans de la inicial. Se puede cruzar y acceder a unas galerias también a resguardo -que durante nuestra visita estaban cerradas- y que llevan sin demasiadas dificultades hasta la via Garibaldi.

Esa zona es otra de las imprescindibles de Génova. Cuenta con más de un centenar de palacios, de los que más de 40 son Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 2006, no solo por su espectacularidad – la mayoría son renacentistas y del barroco- sino también por su particular función ciudadana, ya que durante parte de su historia, sus dueños -nobles y grandes patricios de la ciudad- estaban obligados a alojar en sus aposentos a los visitantes de cierto o gran posición que visitaban la ciudad. A mayor rango, palacio de mayor sofisticación.

Nosotros echamos un vistazo a alguno de ellos, aunque el que visitamos con mayor detenimiento fue el Palazzo Reale. Éste debe dicha consideración a la familia Savoya, que lo adquirió en el siglo XVIII y lo conservó hasta 1919, cuando el rey Víctor Manuel III lo cedió al estado de Italia. Destaca su gran profusión de esculturas, cuadros, muebles… Y, sobre todo, la Galería de los Espejos, diseñada por el segundo de sus inquilinos -los primeros fueron la familia Balbi-, Eugenio Durazzo. Rubens, por cierto, en el siglo XVII, había señalado a este palacio como el referente para el conjunto de la nobleza europea.

Y si todo lo comentado hasta ahora pensamos que vale la pena, también lo hace el casco histórico -muy próximo-, así como el área del puerto: una de las más lúdicas y recretativas de la ciudad, donde hay una reproducción de un galeón español del siglo XVII, construída en 1985, para la pelicula «Piratas» de Roman Polanski, muy llamativa e ideal para los selfies de rigor. También, en esta zona y si hay algo de tiempo, es recomendable la visita al Museo del Mar: muy completo, hace un amplio repaso a la vertiente marítima de la ciudad a lo largo de la historia. Nos permite, por ejemplo , descubrir que desde este puerto se embarcaron miles de italianos a finales del siglo XIX y primer tercio del XX en dirección a la Isla de Ellis (Nueva York) pero también hacia Argentina y Brasil. Muchas de aquellas personas que emigraban procedían de pueblos y zonas rurales empobrecidas y se creó todo un ecosistema económico y comercial a su alrededor -con las consecuentes oportunidades para aquellos con menos escrúpulos-. La visita incluye el acceso a un submarino amarrado a pocos metros.

Nuestra visita acabó con la vuelta a la Piazza Ferrari y desde allí, por la vía XX Setembre, hasta la que es una recreación en el emplazamiento original y fiel a cómo fuera entonces de la casa donde se cree que Colón paso parte de su infancia y adolescencia. Una casa de no muchos metros cuadrados y varias plantas, austera, donde su padre ejercía la profesión de tintorero y que su hijo, ávido de conocer mundo, tenía claro -como después demostró, con sus luces y sombras- que no quería seguir. Cuestra tres euros y es bastante simple. Su gracia -para algunos- es su dimensión histórica y lo que representa, más que ella en sí misma. Y un poquito más arriba y espacio concurrido de la ciudad, destaca la Piazza de la Vittoria, con un gran arco de triunfo erigido en los años treinta del pasado siglo como homenaje a los caídos durante la Primera Guerra Mundial – contienda en la que Italia se encuadró entre los vencedores-.

Acabamos el repaso con una mención a la Linterna (reconstruída en 1543), icono de la ciudad y que se refiere al antiguo faro de la ciudad, situado sobre una piedra de 40 metros. El conjunto alcanza hasta los más de cien metros (117) sobre el nivel del mar, siendo por lo tanto visible desde muchos puntos de la ciudad. Se puede acceder tras un paseo de cerca de un quilómetro, desde la terminal de ferrys (Terminal Traghetti). Arriba tiene un mirador con grandes vistas sobre la parte histórico y frente marítimo.
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