Cualquiera que quiera visitar Navarra debe sí o sí darse una vuelta por este Parque Natural, Reserva de la Biosfera, situado en la parte sureste de la comunidad, que limita con 13 poblaciones navarras y al este con Aragón, y que alcanza una extensión por encima de las 41.000 hectáreas (hay que recordar, para hacerse una idea que una hectárea corresponde aproximadamente a las dimensiones de un campo de fútbol oficial). Hace, de norte a sur, cerca de 45 kilómetros, y de este a oeste, 24 kms. El paisaje en esta parte ofrece una estampa muy peculiar, resultado de la erosión de las lluvias y el viento característico de la zona, el cierzo, durante cientos de miles de años que ha escupido formas geológicas curiosas y miy llamativas. de arenisca, arcilla, gravas o limos, entre otros componentes.

Pero, de entre todo este espectacular paisaje que vale la pena recorrer ya sea en coche con paradas obligadas en muchos de sus puntos y que puede llevar perfectamente para una vuelta de más de dos horas o en bicicleta -a pie, igual es demasiado-, destaca sin duda una formación que se conoce como Castildetierra -sus fotografías son muy, muy habituales y populares-. Desde el propio parque lo definen como «una formación geológica única y singular en Navarra». Y no es para menos. De entro todo lo que llama la atención -y es mucho-, esta columna vertical de rocas blancas brilla con luz propia. Y si no se ubica -cosa más que dudosa-, la concentración de coches y visitantes puede facilitar su localización dentro de este amplio espacio natural, resultado de más de 20 millones de años de existencia.

Castildetierra es una buena muestra de las fuerzas que han erosionado esta parte de Navarra y a su vez es de origen sedimentario. Su cima es de arenisca, de mayor resistencia, protege la columna, de una altura considerable. De hecho, según leemos este tipo de formaciones pueden ir desde la altura de una persona a la de un edificio de 10 pisos. Éste probablemente esté más cerca del segundo extremo que del primero. Los alrededores están vallados de forma sutil recomendando a la gente que no se acerque, contribuyendo de esta forma a su mejor conservación -y que por lo que parece tampco va a ser fácil-. En diversos puntos del suelo de las Bardenas se entrevé lo que podrían ser restos de sal o similares y que son consecuencia de los movimientos de agua causados a lo largo de la historia en esta parte de la Península, muy afectada por los enormes movimientos de inmensas placas tectónicas con grandes afectaciones en las corrientes y que han acabado por desembocar en en la formación particular del actual Valle del Ebro.

Y queremos acabar este pequeño repaso -hay mucho por ver y recomendamos dar un vistazo a la web oficial, con casi una veintena de vídeos explicativos muy didácticos, breves y concisos- con las cabañas que salpican estos paisajes y que ya llevan un tiempo abandonadas pero que dotan al conjunto de un aire bastante peculiar y muy en sintonía con las viejas películas del oeste. Estas cabañas son antinguas construcciones agrícolas, refugios de agricultores que también servían de almacén de semillas y utensilios de labranza, de estructura sencilla de dos estancias, cuadra, cocina y pequeños depósitos de agua para las personas y animales fuera. Leemos, además, que hasta 1923 era obligatorio que no tuvieran puerta, cambiando de estatus a partir de aquella fecha. La aparición de tractores y cosechadores redujeron el tiempo de dedicación de los agricultores a los campos, condenando a aquellas pequeñas cabañas de forma progresiva al olvido. Hoy son parte también fundamental de todo este conjunto singular y de gran personalidad muy destacado de la geografía navarra.
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