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La Sagrada Familia, con todo merecimiento, entre los mayores monumentos del mundo

Pocas veces pasa que la realidad supere a la ficción. De hecho esta es una frase muy manida, sobre todo del género cinematográfico o la crónica negra, que habitualmente suele usarse más bien con connotocaiones negativas. No es en este caso, en referencia a la Sagrada Familia, una basílica de más de 135 años de historia, iniciada a finales del siglo XIX y que curiosamente o para sorpresa de los menos avezados, no fue encargada inicialmente a Antoni Gaudí sino que el primer hombre que empezó a idearla -en base a los gustos neogóticos de la época- fue en 1882 Francisco de Paula del Villar. Desavenencias de tipo técnico o sobre el coste de los materiales hicieron que apenas unos meses más tarde, en 1883, ya fuera Gaudí quien tomara las riendas del proyecto, que disparó especialmente en términos creativos y de ambición arquitectónica.

En sus inicios, por cierto, Gaudí no se dedicó en exclusiva a la Sagrada Familia, situación que sí se produjo desde 1914 hasta su muerte, a mediados de los años veinte, en 1926. Mucho antes, la primera piedra la había puesto el obispo de Urquinaona el 19 de marzo de 1882. La capilla de San José se inauguró tres años después y se empezaron a oficiar en ella misas. En 1891 se empezaron las obras de la fachada del Nacimiento (de Jesús, el templo tiene mucho de pasajes religiosos así como de elementos e influencias orgánicas, vegetales o naturales). El único campanario que Gaudí vio acabar en vida fue el del apóstol Bernabé.

A su muerte le sucedió su discípulo, Domènec Sugranyes. La Guerra Civil, casi de forma milagrosa, no causó graves daños ni desperfectos sobre la estructura. En 1961 se inauguró el museo, que permitió una mejor aproximación a la basílica desde una perspectiva histórica pero también técnica, artística y desde la óptica de los muchos simbolismos que atesora. En 1977 se acabaron las obras del campanario de la Pasión. Durante todo ese tiempo se sucedieron, siguiendo el plan maestro establecido en su momento por Gaudí, diversos directores de obra.

En esas fechas, ya cercano el centenario del inicio de las obras, la Sagrada Familia se habia convertido -honor que sigue ostentando- en un monumento no solo de referencia de la capital catalana sino de alcance planetario. En 2005 la UNESCO declaró la fachada del Nacimiento como Patrimonio Mundial. Unos años más tarde, en 2010, el papa Benedicto XVI dedicó la basílica al culto y la distinguió com o»basílica menor». Fue todo un acontecimiento.

En los últimos años, la pandemia obligó a parar las obras en marzo de 2020 para poder retomarlas unos meses más tarde, en octubre. Este diciembre (2021) está prevista la colocación de una gran estrella de doce puntas que ilumine a la ciudad de Barcelona y que se instalará en la torre de la Mare de Déu, la segunda más alta de la Sagrada Família, de 138 metros.

Las vistas desde fuera pero, sobre todo, la visita a su interior representa una bonita y colorida experiencia, muy recomendable para cualquier persona con cierta curiosidad y/o sensibilidad. Gaudí, sin duda, puede considerarse con todo merecimiento como uno de los grandes genios de todos los tiempos. Una pena que en un accidente se fuera de forma prematura porque es casi seguro que habría seguido aportando cosas increíbles.

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