No es de extrañar, de hecho ellos mismos lo destacan en su web, que la imagen del Puente Nuevo sea una de las más icónicas, reconocidas, de este pueblo del pirineo gerundense, en la comarca del Ripollés. Camprodon se encuentra a 946 metros sobre el nivel del mar, cuenta más o menos con una población de dos mil habitantes y un millar de casas. Es una de las localidades de montaña de mayor prestigio, con mucho nombre, sobre todo por su gran ubicación, por la preciosa estampa del puente sobre el río -cruzan este municipio el Ter y uno de sus afluentes, el Ritort- y por algunos vecinos ilustres nacidos en este lugar como el compositor, con museo en una de sus calles, Isaac Albéniz.

Del Puente, llamado Puente Nuevo pero también popularmente conocido como «puente romano», es de estilo románico y de piedra, tiene origen en el siglo XII y cuenta con un arco. Sobre el nombre, se cree que se llama «nuevo» en contraposición al Viejo, ubicado en Can Carrera, y porque se construyó donde antes había otro. A lo largo de los siglos ha experimentado muchas modificaciones, siendo una de las más importantes la que se tuvo que acometer tras quedar muy dañado en el terremoto sufrido en 1428. El Puente, que durante su historia fue paso principial hacia la comarca de la Cerdaña, hace referencia a la naturaleza fluvial del pueblo, que cuenta entre sus límites y cercanías con una quincena de fuentes.

Y si el puente es el gran reclamo para visitar este precioso pueblo de montaña, también lo son otros lugares como el Paseo de la Fuente Nueva, creado durante la segunda mitad del siglo XIX y aledaño de las primeras residencias de veraneantes que surgieron en Camprodon. También, muy interesante y de recomendable visita es el Museo Albéniz, de carácter biográfico y que permite descubrir muchos detalles de este niño prodigio y gran compositor y pianista, nacido en esta población. El museo cuenta con muchas fotografías, pinturas, notas manuscritas, partituras… Buena ocasión para acercarse al mundo creativo de un destacado artista. Es fácil de localizar, bastante próximo al Puente Nuevo.

Y cerramos este pequeño repaso con el Monasterio de San Pedro, románico y del siglo X, consagrado por el obispo de Girona a San Pedro y en el que durante la segunda mitad de aquella centúria y por orden de Guifré II de Besalú se fundó un monasterio benedictino: clave para el desarrollo demográfico y económico del pueblo entre los siglos X y XIII. Tres lugares, por lo tanto, que valen la pena y que pueden complementarse, como muchas veces es aconsejable, con un tranquilo paseo por sus calles para dejarse imbuir, en este caso, de la arquitectura con muchos siglos de historia de muchas de sus fachadas.
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