Escapadas / Catalunya Top stories

Vidrà y la impresionante cascada del ‘Salt del Molí Vell’

Es una población pequeñita situada al norte de la comarca barcelonesa de Osona pero que desde finales de los años 80, concretamente según leemos desde 1989, pertenece a la provincia de Girona. Está ubicada sobre una altitud cercana a los mil metros y tiene una población que, según los últimos censos, se mueve por debajo de los 200 habitantes. Se tiene constancia de asentamientos en esta parte desde hace mucho, incluso antes del Neolítico, si bien desde el propio municipio destacan la época medieval como el periodo histórico más reseñable cuando éste constaba de ocho villas rurales, en una etapa cercana al año 960.

Por entonces, estuvo bajo dominio de la família de Guifré el Pilós, figura crucial dentro de la historia medieval catalana, y más tarde pasó a dominio del obispado del monasterio de las Abadesas. Hoy el núcleo urbano y el conjunto del pueblo pueden guardar cierta gracia o interés -de hecho, nosotros llegamos atraídos por un artículo en prensa que recomendaba su visita como destino alternativo a los lugares más conocidos e interesantes de Catalunya-, si bien a nuestro entender el gran atractivo no reside tanto en el pueblo en sí como en toda esta zona próxima al Prepirineo. De hecho, desde la cima de alguna de sus montañas, dicen, pueden llegarse a ver la Bahía de Roses, la plana de Vic o el Pedraforca, la montaña más alta de Catalunya.

Además, de entre lo mucho o bastante por hacer, encontramos tres ermitas, un santuario, dos iglesias o una red de carreteras rurales y caminos de más de sesenta quilómetros, idóneos para la práctica de la bicicleta de montaña o las excursiones. También destaca una cascada, el Salt del Molí Vell, de casi 20 metros de caída y que es una de las más importantes del río Ges. Debe su nombre a las ruinas de un viejo molino que, tiempo atrás, funcionó aprovechándose del agua del rio y del que hoy todavía quedan algunos vestigios en sus inmediaciones. Se llega tras recorrer un sendero no muy complicado -aunque igual tampoco recomendable para personas con algo de dificultades de movilidad o para niños muy pequeños- de unos 50 minutos a paso tranquilo.

El paisaje y la naturaleza, mayoritariamente de hayas y robles, es muy agradable durante, en general, el transcurso de todo el recorrido. Tampoco, en la actualidad, está demasiado transitado -no tiene la fama que sí han alcanzado otros puntos geográficos no muy lejanos-. La cascada es, francamente, imponente y con poco que envidiar a otros lugares que sí aparecen en multitud de listados y artículos sobre temas de ese tipo. Cuando nosotros llegamos, había un par de famílias haciendo fotos y, al otro lado del río -fácil de cruzar-, una pareja tomando un pequeño aperitivo en un paraje fantástico. En uno de los costados podian descubrirse las ruinas del antiguo molino del que, hay que reconocerlo, no se conserva demasiado.

Nosotros nos quedamos también un rato para disfrutar de aquel escenario, antes de iniciar nuestra vuelta -nos perdimos una vez al no encontrar una señal, que no es difícil de localizar pero mejor estar familiariado con los senderos rurales- y llegar, tras una vuelta algo más larga de lo necesario, a Vidrà. Allí, antes de llegar al núcleo urbano, observamos un pequeño bar regentado por una pareja joven donde pudimos comer. Buena decisión. Sabrosa, la comida, y precioso, el entorno.

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