Tiene una de las plazas mayores más espectaculares y bonitas del estado. De estilo barroco, destaca no solo por el edificio del Ayuntamiento sino también por sus dimensiones, diseño y arcos de medio punto decorados por medallones que recuerdan a figuras notables de la ciudad, así como monarcas y otras personalidades históricas. Las terrazas, en días soleados, están llenas, a rebosar. Se nota en esas fechas el ambiente en gran parte estudiantil de esta ciudad de más de 140.000 habitantes y capital de la provincia de nombre homónimo, así como la presencia de turistas -incluso en un contexto como el actual, de pandemia y que ha tenido precisamente un fuerte impacto sobre la llegada y presencia de visitantes-. Salamanca y, sobre todo, su centro histórico, es ideal para recorrerla a pie, con calma durante una jornada completa. Por cierto, en uno de sus accesos, hay una placa con un fragmento de texto de Cervantes. Alta literatura.

Y, por supuesto cerca -todo lo está en esta parte de la ciudad- es recomendable echarle un vistazo a la Universidad, la más antigua del país y – según leemos- del mundo hispano, construída por orden de Alfonso IX y fundada en 1218. Su fachada exterior, en su acceso principal, destaca por su abundancia decorativa, muy recargada, de estilo plateresco y sobre la cual existe un elemento curioso y leyenda. Hay, en uno de sus laterales, una calavera con un peculiar animal sobre ella: una rana. Dicen que los estudiantes tenían que tocarla si querían que les fueran bien los exámenes. El especimen en cuestión está a una cierta altura y no es, para nada, fácil de localizar. Nosotros lo hicimos, ayudados por una señora que atendía a un grupo de turistas y que la señaló con un puntero láser. No la tocamos, aunque esperamos tener suerte, ya sea en exámenes o en otros menesteres.

La visita al interior es de pago, cuesta unos 10 euros y hay quien considera que igual no merece mucho la pena. De hecho en nuestro hotel no nos la recomendaron, aunque siendo la universidad más antigua del país había que echarle un vistazo. Nos gustaron algunas de sus aulas, ver la biblioteca antigua -que se puede observar desde una mampara de cristal en la puerta y que no permite ir más allá- y, sobre todo, tener la sensación de poder viajar en el tiempo e imaginar cómo serían aquellas clases impartidas en este centro por Miguel de Unamuno. Especial.

Acabada la visita nos fuimos hacia la Catedral Nueva que, por dentro, conecta también con la Antigua, algo no demasiado habitual. Una fue construída, como es lógico, para sustituir a la segunda pero al final optaron por mantenerlas a ambas en pie. Y bien, pensamos, que hicieron. La más reciente data de entre los siglos XVI y XVIII y es de estilo gótico tardío, alta y espectacular; mientras la originaria, más pequeña, es de los siglos XII a XIV y contiene partes románicas. En la Nueva, llama la atención la Puerta de Ramos, ricamente decorada y que, según leemos, cuenta incluso con la figura de un astronauta o de un dragón con un helado entre su gran multiplicidad de elementos. Guiños de los artistas.

Tambuén recomendable es subir a las torres. Un ascenso no demasiado exigente a nivel físico que ofrece unas grandes vistas sobre la ciudad, también una panorámica imponente sobre el interior de la Catedral Nueva y exposiciones sobre el mundo de las campanas y reflexiones elaboradas y de cierta profundidad, tanto desde una perspectiva histórica o de vida cotidiana (la historia de las familias que vivían en esos espacios) como a nivel metafísico sobre el concepto mundano, cósmico y espiritual del tiempo.

Yendo ya hacia el río, vale la pena acercarse a los Jardines de Calixto y Melibea, de estilo árabe, remanso de tranquilidad, sosiego, belleza, delicadeza y verde, y que salen retratados en «La Celestina»; para seguir camino hacia otro de los atractivos de la ciudad: el puente romano Mayor del Tormes. Es del siglo I, aunque ha vivido transformaciones a lo largo de los siglos. Hoy sigue en pie y es de uso habitual y cotidiano para sus vecinos, que lo cruzan asiduamente, incluso para salir a correr o en bicicleta. Parece, por lo visto durante nuestra estancia, que es uno de los puntos favoritos de sus habitantes para disfrutar al aire libre.
Recomendable, asimismo, es darse una vuelta por toda esta parte de la ciudad en distintos momentos del día. La Plaza Mayor, los edificios de la Universidad o la Catedral cambian de forma notable según la luz del momento y adquieren matices y sutilezas que merecen volver varias veces sobre nuestros pasos. //
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