Oporto, capital lusa del norte

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Viajamos a la segunda ciudad de Portugal, la más importante del norte, la que da nombre al país, de larga historia, conocida por su actividad comercial y pesquera, poco antes del decreto de alarma en España por pandemia ante el coronavirus. Entonces, a comienzos de este mes de marzo (2020), ya se habían dado algunos casos pero todavía no se había generado el pánico y gravedad que después se ha vivido y dado (y a tenor de los datos y lo que está sucediendo, con toda razón). En la región de Oporto también se habían localizado algunos episodios pero todavía eran incipientes. Cogimos un avión y en un par de horas de vuelo nos plantamos en su aeropuerto internacional. Ya en el tren de ida al centro, una pareja de adolescentes, máscaras en el rostro y haciendo uso intensivo de lociones de manos, anticipaban lo que después llegaría. A pesar de ello y con las ciertas garantías y confianza que todavía daban políticos y autoridades sanitarias, pudimos disfrutar de una visita exprés a esa preciosa ciudad, de tamaño medio (unos 200.000 habitantes) del norte del país luso (a apenas unos 150 kilómetros de Galicia).

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Nos bajamos en la primera estación dentro de lo que se puede considerar centro de la ciudad. Parada cercana a la Casa da Musica, de estilo muy moderno, interesante, de fachadas lisas y forma geométrica. Un chaval hacía acrobacias  con la bicicleta mientras un grupo de trabajadores charlaban frente a la puerta. Enfrente, una plaza, zona verde, ajardinada, y en el centro una potente escultura de temática bélica, militar, recordando  la historia de este país que también vivió tiempos mejores siendo gran imperio marítimo, comercial, hará ya varios siglos (y también con su parte más oscura, con el tráfico de esclavos y sus implicacions en América).

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Cogimos rumbo a la zona más turística. Nos llamaba mucha la atención la librería Lello e Irmao, de más de un siglo de vida, considerada entre las más bonitas de Europa y del mundo, y convertida hoy por hoy en otro de los más potentes y llamativos símbolos de esta coqueta urbe. Cola de espera. La única que hicimos y ticket de acceso, de cinco euros, que se compra en un local en la calle adyacente y que se descuenta después de cualquier compra que se haga. Una hora aproximada de espera que, eso sí, merece mucho la pena. Por dentro, espectacular y cuidada decoración, algo recargada y acorde con su fachada barroca. En el centro, una escalera de forma retorcida, pavimento rojo y aspecto noble. Su gran fama se debe a su relación con la escritora de Harry Potter que vivió en Oporto en los noventa y que pudo inspirarse en ella para las localizaciones de alguna de sus famosas y muy vendidas novelas.

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Y si la librería es conocida, más si cabe lo es el Puente de Luis I. Es uno de los seis que cruza el río Duero, construído a caballo de los siglos XIX y XX y levantado por uno de los discípulos de Gustave Eiffel. Representativa muestra de la Arquitectura del Hierro. Cerca, destaca el edificio de la Catedral. Y a sus pies, a orillas del río, vale la pena darse una vuelta por su zona más marinera aunque ya algo o bastante adapatada a los gustos del turismo. En el otro lado del río se localizan algunas de las principales bodegas de su famoso vino, de nombres anglófonos poniendo de manifiesto la impronta británica en esta ciudad y en el origen de ese caldo. dentro de la parte culinaria, sobra decirlo, lo primero: el pescado y, entre éste, el bacalo. Y también, la francesinha, bomba calórica que lleva de todo y no aconsejada para amantes de la dieta o gastronomía más saludable.

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Oporto, como es fácil intuir, nos gustó. Nos quedaron cosas en el tintero pero nuestra visita nos sirvió para constatar su fama, ganada y merecida. Ideal, así lo observamos, para unes escapada de fin de semana o puente corto. Dos o tres días que estarán muy bien empleados y que pueden dar mucho de sí.