Pamplona, más allá de los sanfermines

Pasados los Sanfermines -y afortunadamente con menos incidentes que en pasadas ediciones-, Pamplona recupera la normalidad. La capital navarra, de unos 200.000 habitantes, ofrece un sinfín de cosas como una gastronomía variada y suculenta o una ciudadela medieval muy bien conservada y una de las más interesantes de España con unas vistas sobre la zona espectaculares.

(A continuación reproducimos un extracto del artículo que publicamos sobre Pamplona. Más artículos sobre esta ciudad al final del texto).


>> Los Sanfermines son sinónimo de fiesta, diversión, alegría, cosmopolitismo, cultura, toros, y un punto de religión, entre otras muchas cosas. Una fiesta, muy internacional desde hace varias décadas, enturbiada desgraciadamente en las últimas ediciones por graves episodios machistas.

Este tipo de hechos así como las imágenes de consumo abundante de alcohol han perjudicado la proyección de Pamplona, muy condicionada por los sucesos de los últimos años. En cualquier caso, los Sanfermines es una de las fiestas más celebradas y conocidas del mundo, vivida y disfrutada desde hace ya unos cuantos siglos.
El premio Nobel Ernest Hemingway y su novela llamada en el mercado español como “La fiesta” (originalmente, “The sun also rises”), escrita en 1926, fue el que más hizo por dar a conocer la fiesta y, por extensión, la ciudad. El escritor norteamericano fue un asiduo muchos meses de julio desde comienzos de los años veinte del pasado siglo hasta casi los años sesenta. La deuda, en cierta medida de la ciudad con Hemingway, se traduce en bustos y recuerdos a su figura, que están bastante o muy presentes en varias plazas y calles. Así, vemos un busto en su recuerdo cerca de la Plaza de Toros o también en algunos locales en las inmediaciones de la Plaza del Castillo, donde durante aquellos años no era extraño verle sentado en alguna de sus terrazas. Por entonces acostumbraba a alojarse durante sus estancias en el hotel “La Perla”, situado en esa plaza, y también visitaba lugares emblemáticos y francamente bonitos, con encanto, como por ejemplo el Café Iruña o bares y restaurantes como Casa Marceliano. En sus primeros viajes fue con su primera esposa, Hadley Richardson.

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Café Iruña., Pamplona / IRV

Carlos III ‘el Noble’
En ese mismo lugar, en la Plaza del Castillo, diáfano, abierto, cercano a los lugares más interesantes para visitar en la capital navarra y que algunos no dudan en señalar como ‘el corazón de Pamplona’, encontramos una estatua en honor a Carlos III ‘el Noble”, el mismo que en el siglo XV decidió unificar los tres burgos o barrios amurallados que por entonces se localizaban en esta zona y que se llamaban de “Navarrería”, “San Cernín” y “San Nicolás”.
El origen de Pamplona se remonta al siglo I a.C. cuando un general romano, Pompeyo, estableció su campamento sobre el alto donde hoy se encuentra la Catedral y donde por entonces ya existía un poblado vascón. El nombre de la ciudad deriva del de aquel general. Su primera acepción fue la de “Pompaelo” (que evolucionaría a Pamplona).
Entre los siglos IV a IX pasó por el dominio de visigodos y musulmanes para en la Edad Media convertirse primero en capital del Reino de Pamplona y, después, de Navarra. La unificación de los tres burgos en 1423 trajo la construcción de un nuevo ayuntamiento, un escudo para la ciudad y la prohibición de edificar fortificaciones interiores.
Entre 1512 y 1515 pasó a formar parte del Reino de Castilla y a convertirse en un puesto avanzado en la lucha contra Francia. Entre ese siglo y el XVIII se reforzaron sus murallas, que consolidaron su imagen como ciudad-fortaleza y que mantendría hasta prácticamente comienzos del siglo XX.

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Plaza del Ayuntamiento, desde donde se lanza en ‘chupinazo’ que da comienzo a los Sanfermines (Pamplona) / IRV

En 1915 se derribaron parte de las murallas para facilitar el crecimiento de la ciudad, que se había acelerado durante el siglo XVIII con la modernización de la ciudad y el desarrollo de políticas notables asociadas a elementos que hoy nos parecen muy cotidianos pero que entonces no lo eran como una red pública de alumbrado o el alcantarillado (…)

(Puede leerse el artículo íntegramente en la versión en papel que publicamos dentro del monográfico sobre Berlín y que también se puede comprar a través de nuestra web).


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