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El monasterio de Leyre y los orígenes del Reyno de Navarra

Tiene más de mil años de historia -y fácilmente podrían ser más si se tienen en cuenta los restos prerrománicos encontrados e incluso los vestigios de un antiguo centro de culto anacoreta que podría haberse localizado en ese punto del nordeste de Navarra-. El monasterio de Leyre, rodeado de naturaleza, en la falda del monte Arangoiti y a la sombra de árboles imponentes como hayas, fresnos, arces, avellanos, robles, pinos, abetos, etc. y de un tiempo a esta parte -y a lo lejos- por el pantano de Yesa (el monasterio se encuentra en el término municipal del pueblo del mismo nombre), tiene un valor y significación muy especial para Navarra.

Éste actúa como panteón de los primeros monarcas, fundadores del Reyno, familia de los Arista, del siglo IX, cuyos restos se encuentran custodiados dentro de una arqueta de roble y con herrajes neogóticos posteriores en su iglesia. Sancho III el Mayor fue quien encargó la reconstrucción del conjunto monástico tras ser éste saqueado y destruido por Almanzor. Lo inauguró en 1057 uno de sus nietos, Sancho IV el de Peñalén. Ya desde entonces viene el fuerte significado del conjunto para la dinastía navarra, ya que sus miembros reales -y además, los iniciadores del Reyno- pasaban largas temporadas, contando incluso con toda una zona reservada para tal fin. Sobre su función como fortaleza, defensiva o protectora, también hay constancia por las ventanas saeteras que todavía se conservan en la parte antigua del monasterio.

La mayoría del monasterio, benedictino y con una comunidad todavía hoy activa, data del siglo XI, aunque pueden distinguirse sobre todo tres espacios: el monasterio nuevo (s. XVI-XVII), que mira hacia el pantano; en el centro, la iglesia abacial (s. XI); y de la misma época, al norte, la Iglesia Vieja, donde también se localizaba el palacio real utilizado como estancias por los monarcas durante sus visitas. Destaca la cripta, del siglo XI, austera, prácticamente sin ningún tipo de ornamentos y de formas geométricas contundentes; en estilo románico, con unos capiteles muy singluares, únicos y de influencias poco definidas que hacen que sean muy admirados por su exclusividad.

Cerca, en la misma zona, a pocos metros, es también interesante el Túnel de San Virila, que atraviesa subterráneamente la nave de la Iglesia, y que guarda una figura, al fondo, del santo -antes monje y abad del monasterio en el siglo IX- y que recuerda la leyenda alrededor de éste (y que puede leerse en un texto justo al lado). Según dicha historia, el abad, dando una vuelta por los alrededores del monasterio y meditando sobre la eternidad se quedó dormido por el cantar de un ruiseñor y junto a una fuente. Al despertarse y volver al monasterio habían pasado 300 años. Hoy, existe un pequeño sendero que lleva hasta esa zona para dejarse imbuir por todo aquello y por qué no, como el abad, reflexionar también sobre la percepción subjetiva, elástica, del paso del tiempo.

También, a destacar, es la «Puerta Speciosa», de acceso a la Iglesia, que data de la ampliación de finales del siglo XI (1098), en estilo románico, dominada por la austeridad de los rostros de las figuras y por la geometría rectilínea de sus vestimentas. Se cree que pudo intervenir en ella el «maestro Esteban», escultor que también participaría tiempo después en la construcción de la Catedral de Santiago. De época prerrománica, vinculada a San Eulogio y situada en el tiempo en el año 848, lo que queda en el monasterio se relaciona con el renacimiento carolingio. Y de la etapa aún anterior, como centro primitivo anacoreta, se conservan unas piedras negras en la Plaza de los Ábsides.

De San Salvador de Leyre se dice que es «la mayor reliquía de Navarra y cuna espiritual» y «uno de los conjuntos monásticos altomedievales más importantes de España». A nosotros la visita francamente nos gustó e interesó y eso que la hicimos fuera de temporada alta, en septiembre, en día laborable y por la tarde, con lo que no pudimos disfrutar de algo muy recomendable y que por aquellas fechas solo se ofertaba en fines de semana: visitas guiadas (muy enriquecedoras en todos los casos). Pese a ello pero conscientes de lo aquí comentado, la experiencia de la visita adquiere una mayor dimensión, trascendente para los orígenes de un Reyno. Si tuviéramos que quedarnos con algo: la Cripta, sin duda, de columnas y capiteles robustos e imponente. //

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