Estas clasificaciones son delicadas y puede que debatibles y controvertidas pero National Geographic goza de un prestigio y experiencia, rigor y compromiso, que le otorga credibilidad para darle confianza cuando hacen este tipo de listados y que, en este caso, incluye al pueblo de Artajona, además de algunos otros muy conocidos como Ochagavía u Olite. Así, este pueblo, bien situado, en el corazón geográfico de Navarra y de historia milenaria tiene el honor de pertenecer a este exclusivo grupo de diez o incluso menos pueblos que merece la pena visitar.
Las razones, al margen del pueblo en sí, que también es interesante y por el que es recomendable darse un paseo y echarle un vistazo a sus calles empedradas o a la «Fuente del Caño», se deben sobre todo a la iglesia-fortaleza de San Saturnino, imponente por dentro y por fuera; y a lo que se conoce como «El Cerco», fortificación que rodeaba el perímetro del pueblo, levantada entre 1085 y 1109 y que originariamente contaba con 15 torreones almenados, de los que actualmente se consevan nueve y entre los cuales los portales primitivos de San Miguel y de Remahua, permitiendo un salto en el tiempo a esa Artajona de época medieval, aristocrática, de trobadores, clérigos, menestrales, etc. De hecho, el último fin de semana de agosto se celebra en Artajona una feria medieval que remite a aquel pasado cuando el rey de Navarra Carlos III «el Noble» la declaró como «Buena Villa».

Por cierto, perdería dicha distinción con la incorporación de Navarra a la España de los Reyes Católicos que, en cualquier caso, recuperó en el siglo XVII. De hecho, una de las grandes razones de ser de dicha muralla fue doble: por un lado, protegerse de las tropas musulmanas pero también de las ansias expansionistas del reino de Castilla. Motivos por los que sufrió durante el transcurso de los siglos duros desperfectos y daños de consideración, sobre todo en el siglo XIV, bajo el reinado de Carlos II «el Malo».
De la iglesia-fortaleza de San Saturnino, situada sobre un promontorio que domina la villa y toda la zona, con unas amplias vistas fundamentales para prepararse ante cualquier posible ataque, es contundente y llamativa por dentro y por fuera. Data del siglo XIII y destaca, entre otros motivos, por su portada gótica; y en el interior, por el retablo, realizado entre los años 1505 y 1515 en estilo gótico y que incluye una talla sediente de San Saturnino. Una escalera en piedra, de caracol, situada de forma discreta en uno de sus costados lleva hasta lo alto desde donde se divisa toda la zona, parte del recinto amurallado y también su curioso e ingenioso tejado de forma invertida. Fue declarada como Monumento Histórico Artístico.

Dedicada -Artajona – sobre todo a la agricultura y ganadería y dando papel destacado a los negocios familiares y de carácter artesanal, en esta zona de Navarra se tiene constancia de asentamientos humanos desde el año 3.000 antes de Cristo. De hecho, cerca de Artajona, dólmenes y monumentos megalíticos conocidos como «El Portillo de Enériz» y «La Mina» dejan constancia de ello, siendo los primeros escritos referidos a la existencia de dicha villa del siglo I d.C., en época romana.
Artajona es francamente interesante, en especial por la fortaleza, que nos impresionó y sorprendió a partes iguales y que a fecha de hoy, en la actualidad, no parece difícil de visitar. Nosotros fuimos en temporada alta, poco antes de las fiestas patronales, que comienzan el 9 de septiembre en honor a la Virgen de Jerusalem, y gozamos de mucha calma, casi soledad -algo ináudito en los tiempos que corren- para disfrutar de una experiencia con mucho de historia y algo también, por supuesto, de arte y cultura. //
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