Entrevistas

En una década se ha doblado el número de divorcios en España

Según datos del Instituto de Política Familiar de 2016 el número de divorcios se ha duplicado en una década en España. Las razones pueden ser muchas y complejas. Está claro que la sociedad está cambiando desde los patrones más tradicionales de dos o tres generaciones atrás y está evolucionando hacia fórmulas que se asemejan más a modelos más propios de países como Francia, Inglaterra o Estados Unidos,  donde el divorcio en sí mismo se percibe como algo natural y más habitual. En España la religión, modelos patriarcales (todavía presentes) y la desigualdad entre hombre y mujer hizo que todavía en la década de los ochenta e incluso noventa, el divorcio estuviera mal visto o fueran pocos los casos que se producían sobre el total. Es cierto, en sentido contrario, que la precariedad e inseguridad del mercado laboral causada por la actual crisis que ya dura casi 10 años ha hecho que muchas parejas se retraigan o se lo pienses dos veces antes de dar el paso definitivo hacia la ruptura definitiva del matrimonio.

La doctora Begoña Enguix, directora del Grado de Antropología y Evolución Humana de la URV-UOC (UOC), nos ofrece en este extracto de la entrevista que publicamos en el número 06 de la revista «EV, entrevistas (y más) para lectores curiosos», algunas respuestas sobre este fenómeno:

Según datos del Instituto de Política Familiar de 2016, el número de divorcios en España se ha duplicado en los últimos diez años. ¿Por qué?
Los fenómenos sociales no se deben a una sola causa. No obstante podemos decir que hay elementos como la modernización social, la pérdida de peso de la estructura familiar convencional como estructura de referencia, la disponibilidad de modelos sexo-amorosos que no pasan por el matrimonio para toda la vida, la existencia de un mercado sexo-amoroso debido a los divorcios y a las parejas sucesivas, y otros elementos, que favorecen que, cuando percibimos que una relación no nos es satisfactoria, la rompamos.

En este mismo sentido bajan también el número de matrimonios, que han pasado de 5,4 por cada mil habitantes en 2000 a 3,4 en 2014. ¿Cuáles son las razones?
En una sociedad donde la lógica mercantil ha invadido parte del mercado amoroso y matrimonial, el compromiso se puede ver como una losa. La promesa de la felicidad y la disponibilidad de parejas sin necesidad de pasar por el matrimonio, llevan a que éste pueda esquivarse como forma predominante de relación de pareja.

¿Puede hacerse alguna lectura positiva de estas cifras, de modo que estos datos puedan venir también justificados por una mejora en la situación de mayor igualdad de la mujer, sobre todo, en el ámbito laboral?
No es fácil relacionar el número de divorcios con la igualdad de la mujer en una sociedad en que la igualdad no se ha conseguido, pero sin duda, muchas mujeres no están dispuestas hoy a soportar modelos matrimoniales basados en la desigualdad de género como los que predominaban en el pasado.

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Otro dato llamativo son las diferencias por comunidades. En Catalunya, Melilla, o Cantabria las cifras de divorcios son mayores que en otras partes de España como Castilla y León, Extremadura o Navarra, ¿por qué?
Pueden influir elementos como la movilidad social y el tamaño de las poblaciones (por su incidencia en el mayor o menor control social).

También crecen los divorcios entre los mayores de 65 años.
Ha aumentado la esperanza de vida, se nos vende la satisfacción sexo-amorosa con la pareja como fundamental para la felicidad personal, existe un “mercado” de parejas disponible, han perdido peso los discursos religiosos…

Por otro lado, aumenta el número de parejas de hecho.
Es un modelo de relación que ya hace años que está legitimado socialmente.

Los índices de fecundidad siguen siendo preocupantes. En España es el más bajo de Europa y lejos de los niveles de reemplazo generacional. ¿Por qué estas diferencias respecto a países de rentas y estilos de vida parecidos?
En España hemos llegado tarde a procesos de modernización que otros países emprendieron antes, por razones político-religiosas. Con la llegada de la democracia y el establecimiento de modelos de relación plurales que no pasaban por el matrimonio para toda la vida y la llegada de tantos hijos como tuvieran que llegar se redujeron drásticamente los nacimientos. El divorcio hacía posible el control de las propias decisiones emocionales y la contracepción posibilitaba controlar el propio cuerpo y la concepción.
No hay en nuestro país políticas de apoyo a la natalidad ni permisos parento-maternales equivalentes a los de otros países, mucho más generosos en tiempo y retribución.
Los sueldos tampoco son equivalentes y aquí es difícil vivir en según qué sitios si uno de los dos cónyuges no trabaja. No hay tampoco políticas de conciliación eficientes. Todo esto influye.

(Puede leerse la entrevista íntegramente en el número 06 de la revista «EV»)

 

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