Estoril, cerca de Lisboa, es un destino de playa ideal para el verano. Durante el siglo XX se hizo famoso como balneario y lugar de reposo de gente adinerada. Fruto de ello prosperaron hoteles y, más tarde, campos de golf o un gran casino. Pero lo cierto es que Estoril es mucho más que eso. Tiene unas playas escarpadas espectaculares y unos rompeolas que son lugar habitual de juego de adolescentes de orígenes y condiciones diversos. Apetece, la verdad, sumarse a sus risas y relajación y, por qué no, atreverse a lanzarse desde cierta altura a las bravas aguas – cuando el sol aprieta- del Atlántico.
(A continuación os ofrecemos un extracto del artículo que publicamos en el número 08 de «EV» en papel dedicado como monográfico a la capital lusa).

» Para muchos Estoril es sinónimo de lujo, de grandes villas y residencias fastuosas. Abundan los hoteles, campos de golf y, según la opinión de muchos, su gran casino es el verdadero centro de esta localidad de poco más de 26.000 habitantes. Se encuentra en la falda de la Sierra de Sintra, de clima nuevamente templado y con unas playas, escarpadas, domadas por acción del hombre, pero que mantienen mucho de su sabor primigenio, agitado, convulso, algo salvaje. Contrastan las imágenes de personas relajadas sobre hamacas bajo enormes parasoles con las idas y venidas de niños y adolescentes de edades y condiciones diversas sobre algunos de sus rompeolas, jugando y retándose entre sí para lanzarse (o no) desde un par de metros de altura sobre las aguas del océano. Predominan las risas, la despreocupación, la ligereza. Apetece sumarse a este ambiente.

Un poco más adelante, las olas y la naturaleza forman pequeñas piscinas ocupadas por hombres y mujeres que quieren disfrutar de las peculiaridades de estas aguas descritas como “hipersalinas”. De hecho, Estoril, tiempo atrás también fue conocida por sus balnearios. Sobre una de sus playas, en la de Tamariz, sobresale un chalé que es particular, privado, pero que tiene el aspecto de una antigua fortaleza y que no es fácil confundir u otorgarle categoría monumental. Esta es una de sus construcciones llamativas; otras son dos de los museos que pueden visitarse y de signos muy distintos.

El primero es el “Museu da Música Portuguesa”, que como indica su nombre está enfocado al mundo de la música. Aglutina el trabajo del musicólogo de origen corso, Michel Giacometti, que dedicó buena parte de su vida a recoger las distintas representaciones más características de la tradición musical portuguesa. También hace un repaso a la obra de uno de los compositores lusos más importantes del siglo XX como fue Fernando Lopes-Graça. El otro museo es el “Museu dos Exilios” que, sobre todo a través de la fotografía, representa un compendio de infinidad de testimonios de exiliados a causa de los efectos de la Segunda Guerra Mundial y que acabaron desarrollando sus vidas en esta parte de Portugal. (…)
Ya a la venta el número 08 de «EV», monográfico de viajes sobre Lisboa
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