Concretar el comienzo del belenismo como expresión religiosa y popular no es fácil, como sí lo es más o menos la celebración abierta o tolerada cristiana y que se sitúa con el edicto de paz del emperador romano Constantino, en el año 313 d.C.
(A continuación reproducimos un extracto del artículo sobre los orígenes de la tradición de poner el belén que se publicó en el número 09 de «EV»).
» En cualquier caso sí está contrastado que existen desde el alumbramiento o desde el desarrollo primitivo del cristianismo, inicialmente perseguido y por lo tanto clandestino, expresiones en catacumbas mediante grabados, dibujos o incluso esculturas que hacen mención al nacimiento de Jesús pero que no pueden ser entendidas como el pesebre tal y como lo conocemos actualmente.

De lugares más o menos escondidos y expresiones con una clara voluntad casi pedagógica o de transmisión de aquel episodio se salta a representaciones con igual finalidad en claustros, capiteles, portadas de iglesias, etc. durante los siglos posteriores.
San Francisco de Asís en 1223 es el primero que pide permiso al Papa Honorio II para una recreación viviente del pesebre en el bosque de Greccio, en la Toscana italiana, y es por ello que está considerado como el primer belenista y patrón de las asociaciones dedicadas a tal fin. Algunos años más tarde, en 1290, se produce el primer belén figurista, que puede considerarse como tal y que es obra de Arnolfo di Cambio con su “Adoración de Magos”, que hoy se conserva en Santa María la Mayor de Roma. En Praga, algunos siglos más tarde, se localiza el primer belén de uso familiar, propiedad de la duquesa de Arnalfi y compuesto de 107 piezas.

El ambiente del siglo XVI con la lucha entre la Iglesia y la Reforma llevará a un estímulo de este tipo de expresiones que superan estrictamente su significado religioso y empiezan a adquirir una dimensión también cultural y más popular. Destacan las escuelas de Nápoles pero aparecen también especializaciones regionales en España (en Madrid y en el Levante) y también germánicas, francesas o incluso iberoaméricanas.
Las piezas, de barro o madera, amplían su abanico de posibilidades, que se extiende a gremios y profesiones, actividades o personajes muy variados, como mendigos, lavanderos, carniceros, etc. Los movimientos, como la Revolución Francesa de 1789, contrarias a la Iglesia, hacen que los pesebres entren también en las casas. En 1885 nace la primera Asociación Pesebrista del mundo.

Hoy el belenismo es celebrado como una tradición popular pero también por su valor artístico, encontrando espacio en muchos museos del mundo como el Museo Nacional Bávaro de Múnich, el de Cluny, en París, o el Museo de Viena, entre muchos otros. //
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