Nos informamos en recepción sobre alguna excursión por la zona que pudiera ser interesante y no exageradamente larga ni compleja. Habíamos pasado la noche en una cabaña en un árbol -experiencia curiosa y original- en el término municipal de Dosrius, en el interior de la comarca del Maresme y muy cerca de Barcelona. Nos hablaron del Pou del Glaç (pozo de hielo) de Canyamars. Algo ya sabíamos pero su consejo nos reforzó sobre nuestra idea de dar una vuelta y acercarnos a esta curiosa estructura en funcionamiento durante varios siglos y situada en plena naturaleza. Las indicaciones en el municipio nos llevaron sin pérdida y de forma muy cómoda y fácil. Dejamos el coche e iniciamos el camino.
Caía un sol de justicia pero la sombra de los árboles algo nos cobijaba. O por lo menos a ratitos durante el trayecto. Lo cierto, en cualquier caso, es que el tramo hasta el Pou del Glaç (pozo de hielo) apenas era de unos cuantos centenares de metros y casi seguro de menos de un quilómetro. Lo alcanzamos, por lo tanto, en apenas un rato que se nos hizo ameno y ágil. Apareció a nuestra derecha con un pequeño panel explicativo. De forma circular, gruesas paredes y cubierta de teja árabe, conocimos algunos de sus detalles. Los primeros datos documentados sobre el mismo datan de entre 1770 y 1780 aunque hay especialistas que aseguran que ya funcionaba desde el siglo XVII. Era una fuente de ingresos alternativa para los campesinos en época de poca actividad agrícola. El hielo se recogía de una riera cercana ya congelado y se trasladaba a este lugar -originariamente medio enterrado en el terreno para un mejor aislamiento térmico- y allí se troceaba y separaba sirviéndose de elementos vegetales como hojas de higuera para que no se pegara.
El traslado de hielo se hacía con carros y de noche, y si se realizaba en buenas condiciones de conservación podía llegar hasta ciudades y localidades a centenares de quilómetros de distancia. De hecho, según leemos y hay constancia en un escrito de 1937, el hielo de este pozo llegó incluso a embarcarse en el puerto de Mataró rumbo a Cádiz durante el siglo XVIII. Este tipo de pozos funcionaron mucho y muy bien entre los siglos XVI y XIX pero perdieron su razón de ser a comienzos del siglo XX con los avances tecnológicos de la época. En Dosrius, en su momento de mayor esplendor, había al margen de éste -situado en la actual masia de Can Prats- otros tres en funcionamiento. Le echamos un vistazo aunque el acceso al interior estaba cerrado pero algo podía verse desde uno de sus costados.
Hecha esta parada seguimos el camino en un día espléndido aunque con una vegetación algo reseca a consecuencia de la escasez de agua de lluvia de las últimas semanas y que empieza a ser preocupante. Durante el trayecto: calma y tranquilidad total. Estábamos prácticamente solos, cosa difícil de ver dada la gran cercanía de Barcelona. Casas y masias iban apareciendo en los márgenes del camino. También, alguna casa rural o incluso caballos y algún poni. Nada exagerado aunque un paseo muy agradable y nada dificultoso. Cubierto un buen tramo, volvimos por donde habíamos venido -la zona está llena de caminos aunque no siempre es fácil orientarse- para cerrar una salida en la que conocimos algo más sobre una costumbre no muy lejana y que se explica por la necesidad de conservación de los alimentos y refrescar las bebidas durante las tórridas temperaturas del verano.
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