Escapadas / Catalunya

Una noche en la cabaña del árbol

Es el sueño, el deseo de cualquier niño: tener una cabaña en lo alto de un árbol. Un espacio en el que estar alejado del control y la mirada de lo adultos para dejar volar la imaginación. Un espacio propio, nuestro, donde hacer o dejar de hacer lo que a uno más  le apetezca (un anticipo -más o menos- de lo que vendrá en la edad adulta). Precisamente nuestra experiencia en la cabaña hizo reflotar algo de aquella niñez transmutado a la mente y el cuerpo de una persona madura. Gran regalo y sorpresa, bonito rato y experiencia la vivida durante unas horas (no muchas pero suficientes) en lo alto de una cabaña, sobre unos siete metros del suelo y a más de 700 sobre el nivel del mar.

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Nuestra ubicación fue en el municipio de Dosrius, en el interior del Maresme, cerca también del extremo de la comarca del Vallès Oriental y dentro de los límites del Parque Natural del Montnegre-el Corredor, dentro de la Sierra Litoral Catalana. Y, a no muchos quilómetros de Barcelona. Curiosa sensación. Tan cerca y tan lejos. A menos de media hora en coche este municipio te traslada a un punto mucho más remoto. La experiencia, contacto con la naturaleza, es fantástica tanto en este paraje como también dentro del municipio. Fácilmente uno podría creerse estar a un centenar o más de quilómetros de la gran urbe catalana. Llegamos sobre las siete de la tarde tras hacer una pequeña parada y aperitivo en la zona de la costa. A mediados de marzo sobre esa hora ya empieza a anochecer. Cogimos las llaves en la cabaña central, recibimos las explicaciones pertinentes e imprescindibles y nos enteramos (en mi caso) que no había ni electricidad ni agua corriente y que nos tendríamos que ‘apañar’ con algunas velas eléctricas y un punto algo mayor de luz (a pilas). Para la higiene, unos cazos con agua y un wáter químico (más tarde leeríamos que se trata de una medida respetuosa con el medio ambiente).

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Unos quince minutos caminando nos separaban de nuestra cabaña y del inicio de la verdadera aventura o experiencia. Dejamos atrás otras tres antes de llegar a la nuestra, a la que se accedía tras abrir el cerrojo de una trampilla que permitía la entrada al pequeño balconcito que antecedía a la habitación-dormitorio (con baño). Dejamos las maletas (equipaje para una noche y algo para cenar que habíamos traído aunque también se puede reservar). Y sin más demora cogimos una linterna y un frontal para dar una vuelta por el bosque. Pinos, encinas y alcornoques conformaban la vegetación que nos rodeaba y que pudimos ver mejor por la mañana. A esas horas apenas vislumbramos sus siluetas gracias a una enorme y preciosa luna llena. Dimos una vuelta de una media hora para volver y preparar una cena frugal pero sabrosa y con cierto encanto.

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Por la mañana oímos cómo los responsables nos dejaban una cesta para desayunar que subimos hasta nuestra cabaña con un poquito de todo y un surtido ideal. Café y leche en termos, embutido, pan e incluso un par de croissants. También, zumo natural de naranja. Preciosa experiencia, muy recomendable para parejas pero también para familias o, incluso, para vivirla de forma individual en buena comunión con la naturaleza, en calma y tranquilamente.


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