No es ni la primera ni segunda edición sino que ya llevan 23 con la de este año y que nosotros pudimos visitar. Nos la encontramos por casualidad ya que nuestra intención era visitar el interesante castillo de Hostalric pero para fortuna nuestra nos encontramos con una amplia Feria Medieval organizada en el centro de esta población con abundantes paradas, gente atabiada para la ocasión, productos artesanales de la más diversa índole, pequeñas instalaciones para niños y niñas, alguna que otra demostración de juegos de la época… Calles engalanadas, llenas de banderitas por todas partes… Con razón cuando nos acercábamos a Hostalric no parábamos de ver coches llegar. Pensábamos que el pueblo podía tener cierto o bastante interés pero la Feria nos dio la razón de tanto trajín y movimiento de gente.
Cientos de persons caminaban por sus calles atraídos por lo mucho que había por ver, comprar y probar. Había multitud de productos artesanales, tanto de tipo ornamental como joyas u otros elementos para el hogar, como para comer con un surtido de quesos, embutidos, dulces… sabrosos y de calidad. De hecho, sucumbimos a la tentanción y acabamos por comprar algo de queso. Delicioso, muy sabroso, fuerte. El que elegimos, de vaca. Buena elección aunque no barata. Antes, durante nuestra visita a la población nos habíamos parado ante un pequeño torneo de carácter amistoso de tiro con arco. Verdaderamente, interesante.
Hombres y mujeres tensaban sus arcos para tratar de acertar en la diana que tenían a una distancia variable. Empezaban sobre una distancia de unos cinco metros para ir alejándose progresivamente. Las flechas salían despedidas a gran velocidad. Imposible seguirlas en el aire con la vista. Solo podíamos ver el momento del lanzamiento y distinguir dónde habían llegado a clavarse. Acertar con la diana, para nosotros, ya era algo milagroso y de mucha maña. Para ellos, la cosa era bastante distinta. Muchos acertaban en la parte central. Hombres y mujeres competían. Y de complexiones, unos y otros, muy distintas. Altos, bajos, fuertes o más redonditos, entrados en años o más jóvenes: es evidente que se trata de una actividad donde lo que cuenta es, sobre todo, la destreza.
Pasada esa breve pausa nos encaramamos a su castillo, en lo alto de una cima de terreno irregular. Leemos que «el castillo existe desde el siglo XII». Inicialmente propiedad de los vizcondes de Cabrera, desempeñó un papel fundamental debido a su cercanía al Camino Real y por su ubicación estratégica dentro de la red de caminos medievales. Se encontraba a media distancia entre Girona y Barcelona. Desempeñó papeles importantes tanto durante las guerras dels Segadors como de Sucesión. Durante la del Francés fue un duro bastión que costó doblegar. Al final lo hizo en 1810. Un año antes la población había sido saqueada y quemada. El castillo quedó en desuso a partir de 1929. En 1963 se declaró Bien de Interés Nacional y en los últimos años se han llevado a cabo una serie de obras que lo han recuperado como lugar de interés. Abrió su Centro de Interpretación en 2015. Desde lo alto, las vistas sobre la zona son preciosas.
De vuelta paramos en una de las pocas torres del recinto enmurallado que todavía se conservan. Se llama de «Ararà» o del Homenaje. En el primer caso podría deber su nombre a una familia que vivió en Hostalric en el siglo XVI. Se sube por una retorcida escalera de caracol, usada tanto para subir como para bajar y que permite el acceso a la parte de arriba de la torre por una pequeña puerta con la que hay que ir con cuidado con la cabeza. Buenas vistas, también desde lo alto. Otra vez en la base recorrimos un pequeño trecho del camino de ronda, que en su momento conectaba las distintas torres del recinto enmurallado protegiendo a los soldados de posibles ataques. Además de esta torre, se conserva también la de Barcelona, ya cerca del camino antiguo del castillo.
En la calle y ya mediodía, había bajado algo la afluencia. Era un buen momento para acercarnos a alguna de las paradas a probar alguno de sus manjares o bebidas. Estábamos algo sedientos y con hambre. Nos llamó la atención un cartel que hablaba de «la bebida alcohólica más antigua de la historia». Se refería a la hidromiel. Durante los tres días de Feria tenían hasta seis tipos distintos. Aquella última jornada solo les quedaban dos: una, con frutas del bosque, y otra con doble de miel, para golosos. A nosotros nos gusta el dulce, así que nos inclinamos por esta segunda también porque nos parecía que el sabor sería más auténtico. Nos gustó pero es cierto que era muy dulce. Ideal para los postres.
Nos encantó el rato pasado en Hostalric, una ciudad que debe su nombre según nos informamos y como parece indicar el mismo a «un hostal del siglo XI» y que ha sabido mantener su esencia hasta nuestros días. E incluso, reivindicar sus orígenes mediante iniciativas interesantes y trabajadas como esta completa Feria.
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