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Visitamos una cervecería histórica de Múnich, típica alemana y con un pasado relacionado con el partido nazi

Ninguna cervecería ni local de ningún tipo querría que se la reconociese o recordara por estar vinculada de algún modo con el partido nazi ni con los primeros discursos de Hitler en 1919. Lo cierto, no obstante, es que la Höfbräuhaus  en el centro de Múnich es visitada por cientos  y miles de personas cada año precisamente por ese pasado tan negro, feo y triste del que, en cualquier caso, el actual propietario quiere deshacerse mediante estrategias tan simples pero de momento poco efectivas como borrar ese episodio de la ficha histórica del local en su página web. La realidad, en cualquier caso, es que una rápida búsqueda en la Red deja constancia de la importancia que este establecimiento tuvo para el partido nazi, donde se celebraron muchos de sus mítines y otros actos hasta el punto de considerarse como una especie de sede informal de aquella formación política.

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Nosotros la visitamos, por su pasado, por su peso histórico -relevante y trágico en el siglo XX- pero también por motivos más alegres como son sus cinco siglos de historia, su cerveza -que apenas hace 100 años todavía producían allí mismo (ahora lo hacen en plantas en las afueras de la ciudad) y que exportan a todo el mundo- o por sus recitales de música tradicional bávara (muy folclórica aunque para turistas) y que se encuadra entre las más de 500 actividades musicales que se organizan cada año en su interior (enorme, por cierto y también con una parte exterior de terraza).

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La comida, típica alemana, es correcta pero sin ser tampoco excepcional. O por lo menos no para nosotros que pedimos un típico chucrut (sauercraut en alemán y que vendría a traducirse por «col agria»), con dos bratwurst (salchichas) y que extrañamante para lo que nos habíamos venido encontrando en Alemania durante aquellos días erna bastante pequeñas (hasta la fecha las cantidades de comida y tamaños que nos habían servido siempre habían sido abundantes). Allí, por la comida y el servicio, no quedamos particularmente satisfechos. Normal, en parte y de entender, dado el gran volumen de gente que no paraba de entrar. La cerveza, de todos modos, fue otro cantar.

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Muy buena y consistente en su justa medida para no ser pesada pero tener suficiente cuerpo. También refrescante, con un punto ácido y unos cinco grados de alcohol (5,1%), según leemos. No es de extrañar que tenga nombre propio y que la exporten. Se llama Höfbrau». Tampoco es extraño que dentro de la historia del local destaquen que a comienzos del pasado siglo fuera una de las tabernas más conocidas del mundo.

Por cierto, en relación a los vínculos con el Führer, esta cervecería fue escenario de un intento de atentado contra su vida mediante una bomba que explotó pero de la que se libró por apenas 13 minutos. En un mítin del partido nazi de celebración de la fundación del partido celebrado en esta cervecería en noviembre de 1939 un carpintero simpatizante comunista planeó acabar con la vida de Hitler. El discurso se adelantó y acabó antes de lo previsto, a las 21: 07h. cuando la bomba explotó a las 21:20h. La deflagración causó 13 muertos, decenas de heridos y severos desperfectos en la cervecería. Su autor fue detenido y enviado al campo de Dachau donde estuvo en espera de juicio hasta su ejecución hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, en abril de 1945.

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Muchas sombras y un pasado oscuro para uno de los lugares más conocidos de Múnich, muy frecuentado pero que por fortuna ofrece muchas otras cosas buenas y agradables como su música, una muy buena cerveza propia o una comida tradicional alemana  razonable (si exceptuamos el chucrut, por escaso no por sabor).


 

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