Sí, este castillo, al suroeste de Alemania y bastante cerca de Múnich, es sobre todo conocido porque sirvió como inspiración al castillo de Disney. Aquel de muchas puntas que aparece al comienzo de gran variedad de películas y que es el más querido y admirado sobre todo por los más pequeños. Y por los que no lo son tanto (admitásmoslo). En realidad, se llama Castillo de Neuschweinstein y se encuentra por encima del pueblo de Fussen, al que se llega en un recorrido de unos 40 minutos en tren desde la capital de Baviera. Una vez en el pueblo se puede coger un autobús que conecta con el Castillo. De hecho, te deja a sus pies y quedan unos veinte minutos aproximados de subida. La entrada, en cualquier caso, se coge abajo.
Susto el nuestro precisamente porque desconocíamos algo la logística de funcionamiento de este curioso y original espacio al observar en un letrero luminoso que la proxima entrada al recinto no sería antes de la cinco de la tarde: hora precisamente en la que tendríamos que empezar a volver para Múnich. Hicimos, algo dubitativos, la cola para descubrir que por suerte nos habíamos equivocado y teníamos ticket para una hora más tarde. Tiempo suficiente para subir caminando a paso relajado y disfrutando -tampoco excesivamente ya que aquella mañana el tiempo no acompañaba demasiado- de su entorno natural. Nos impresionó bastante un lago en la falda de este valle y la presencia de cisnes y patos que hacían las delicias de familias, parejas y amigos. A la gente le gustan los animales… Y los selfies.
Llegamos con tiempo para encontrar el acceso y para observar nuevamente en otra pantalla que no faltaba mucho para nuestra hora de entrada. Está montado de forma que se accede por grupos de unas quince personas, cada una con su audioguía que se activa en el idioma correspondiente una vez se está dentro de cada una de las estancias pertinentes. Por desgracia no se podían hacer fotos en su interior durante la visita, que se extendió una media hora aproximadamente. Las explicaciones fueron muy interesantes durante todo el recorrido así com la decoración y funciones destinadas a cada una de ellas. El rey Luis II, conocido también como «Luis el Loco», fue quien mandó contruirlo en 1866, inspirado en los castillos franceses y muy imbuido de todo el mundo y las leyendas medievales.
A su muerte, se abrió al público, según leemos, apenas tres semanas después de su falleciemiento, por cierto, en extrañas circunstancias y acompañado de su médico personal mientras se bañaba en un lago. Nunca se ha sabido exactamente qué es lo que sucedió y sí hay muchas sospechas al respecto. Acabada la visita, fue momento para salir y dirigirnos a un puente que habíamos visto durante el recorrido. Como nosotros, decenas de personas. Su estructura es un gran polo de atracción en la zona, su bien las vistas sobre el castillo desde ese punto son las mejores. Espectaculares.
De vuelta al pueblo de Fussen para coger el tren de regreso, nos dimos una vuelta por sus calles. Con cierto encanto, vale la pena -a nuestro entender- aprovechar también para caminar un rato y dejarse llevar por sus curiosas fachadas decoradas con motivos muy diversos y de colores suaves, en verano agradables terrazas, tiendas de ropas tradicionales germanas, comida, postres… Sus fuentes… Lo dicho, recomendable. Como también lo es, no hace falta decirlo, la visita al castillo que sirvió como inspiración al de Disney. Bonito e interesante descubrir y conocer las similitudes entre ficción y realidad, muchas veces muy parejas. //
También te pueden interesar:
Múnich, cinco lugares que no te puedes perder
La Torre de TV de Stuttgart, referente y modelo mundial para muchas otras
0 comments on “Visita al lugar que sirvió de inspiración al castillo más popular del mundo: el de Disney”