No es díficil llegar, pero tampoco exageradamente simple: queda apartado del centro de la ciudad y de los grandes reclamos turísticos de Barcelona. No obstante, en los últimos años, pese a su ubicación -que podría ser equiparable a la del ParK Güell, que no ha frenado a nadie (tal es el magnetismo de la arquitectura de Gaudí)- se ha convertido en uno de los más interesantes y novedosos espacios para visitar en la capital catalana. Se llega hasta sus inmediaciones en autobús (que recorta mucho el esfuerzo) o en paseos tranquilos de una media hora o algo más desde cualquiera de las estaciones de metro cercanas. Cuenta, eso sí, con escaleras y pasarelas de madera que facilitan la llegada.

Se conoce esta zona como los «búnqueres del Carmel», aunque en realidad ofrece mucho más que solo dichas instalaciones militares, construídas -y parcialmente recuperadas en los últimos años- durante la Guerra Civil. Sea como fuere, decenas de personas se acercan cada fin de semana atraídos por la popularidad creciente de toda esta parte de la ciudad, llegando por momentos incluso hasta cierto punto de saturación, que hay voluntad más o menos de regular.
Reflexiones de este tipo al margen, el «Turó de la Rovira» está considerado por el propio Ayuntamiento como «espacio patrimononial de alto valor museístico». Desde arriba, se tiene una panorámica de 360 grados sobre toda la zona, ya de por sí de gran valor estratégico incluso en época de los primeros poblados íberos. Mucho tiempo después, en el siglo XIX, ante la escasez agraria y pese a no ser una tierra particularmente rica, alojó plantaciones de vides, almendros y algarrobos. Durante la segunda década del siglo XX vio como muchas de las propiedades se parcelaban y transformaban en casas con jardín. Una de las más populares, conocida coloquialmente como «El Castillo», era la Casa Peñasco.

Con el inicio de la Guerra Civil, en este monte próximo a Barcelona, se instaló una de las piezas antiaéreas para hacer frente a los ataques sobre la ciudad. Se construyó en 1937 com parte de la Defensa Especial contra Aeronaves (DECA). De hecho, el Pavellón de los Oficiales, donde se alojaban el capitán y los cuatro sargentos encargados de las otras piezas antiaéreas, es uno de los espacios museísticos que en condiciones normales (anteriores a la pandemia) y gestionado por el MUHBA (Museo de Historia de Barcelona), se puede visitar.
Otro de los grandes reclamos está íntimamente vinculado con el fin del conflicto. En los años 40, con la inmigración y la escasez de vivienda en Barcelona, muchas personas se instalaron en esta parte aprovechando las instalaciones militares abandonadas. Surgió un barrio de barracas conocido como «dels Canons» (de los Cañones), al que se sumaron dos núcleos más (el de Raimon Casellas y el de Francesc Alegre). En los años sesenta vivían cerca de 3.000 personas en unas 600 barracas. Inicialmente, sin agua ni electricidad, saneamiento o ningún tipo de servicio que, fruto de las reivindicaciones vecinales, fueron ganando con los años. Estas barracas sobrevivieron hasta 1990, cuando los últimos vecinos se trasladaron a sus nuevos pisos.

Este monte, que durante parte de su historia fue también cantera de materiales para la construcción, se incluyó dentro de los planes generales de 1953 y 1976 como parte de un parque natural que engloba los tres montes de esta primera cornisa barcelonesa. Sin duda, se trata de un lugar significativo de la ciudad, como el propio Ayuntamiento reivindica y reconoce en una placa de 2017, arriba, en la montaña que reza (traducido al castellano): «Los que vivieron aquí, gente trabajadora, han contribuido, con su esfuerzo, a hacer grande esta ciudad. Barcelona les rinde homenaje». //
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