Es una construcción espectacular, llamativa, impresionante desde fuera. Llegamos bastante temprano por la mañana, bajo un frío -pese al agradable sol que lucía en lo alto- considerable. La primera impresión que nos llevamos del Palacio Papal de Aviñón hizo justicia a la fama que le precede, que lo sitúa entre los 10 monumentos más visitados de Francia y que hace que cada año cerca de 600.000 personas paseen por sus estancias. Nosotros íbamos a ser algunos de esos visitantes atraídos también por la historia tan particular de este edificio, considerado el edifico gótico más grande y probablemente uno de los más importantes del mundo. Cubre una superfície de unos 15.000 metros cuadrados, equivalente por volumen a cuatro catedrales góticas.
Su aspecto, por fuera, es imponente pero es que por dentro también guarda mucho interés. Puede accederse a una veintena larga de estancias por las que sobre todo durante el siglo XIV los distintos Papas (nueve en total aunque con matices) dirigieron a la creciente, numeros y compleja comundad cristiana. La pregunta, en cualquier caso, es: ¿qué hizo que el Santo Padre cambiara la tradicional sede en Roma por otra en una población que hoy por hoy se nos hace algo extraña? La respuesta es que el Papa de por entonces designado por un amplio e influyente conjunto de cardenales franceses eligió a uno de los suyos, obispo de Aviñón, de nombre Jacques Duèse y que ejerció como Juan XXII. La situación agitada y difícil entre las distintas familias italianas es la que hizo que este Papa, también asesorado en este sentido, trasladara la sede hasta Aviñón. Lo que se hizo en un primer momento fue adaptar el palacio episcopal vecino a la catedral como sede papal.
Pero los que verdaderamente acometieron importantes reformas y se les considera por eso como los dos principales constructores de este Palacio fueron los que sucedieron a Juan XXII. Primero fue Benedicto XII, al que se atribuye la construcción de lo que se conoce como Palacio Viejo, mientras que a su sucesor, Clemenete VI, le corresponde la ampliación y embellecimiento de lo anteriormente realizado por Benedicto. A este segundo se le atribuye la construcción del Palacio Nuevo. Entre uno y otro levantaron este enorme palacio gótico en menos de veinte años, entre 1335 y 1352. Luego les siguieron el resto hasta el cisma entre 1378 y 1417 cuando convivieron -si se puede decir de este modo- dos Papas, uno en Roma y el otro en Aviñón. Los de la localidad francesa fueron los más perjudicados y no pudieron resistir demasiado. Benedicto XIII fue el último de los Papas en vivir en este Palacio. Fue incluso destituido dos veces y sufrió un asedio que consiguió superar abandonando sus aposentos en marzo de 1403. Años después encontró refugio de la mano del Rey de Aragón.
Durante el siglo XV y hasta la Revolución francesa el Palacio Papal de Aviñón fue sede de legados y vicelegados. Después pasó a cuartel militar, hasta que a comienzos del siglo XX fue abierto al público. Como hemos dicho, algunas de sus estancias son francamente interesantes y profusamente decoradas (por desgracia, en algunas de ellas se prohibe tomar fotografías). Destacan las capillas de San Marcial y de San Juan así como la Gran Audiencia. Capítulo aparte merecen los Aposentos Papales y entre estos, sobre todo, la Habitación del Papa. De paredes azules y con motivos vegetales, si uno se fija puede distinguir viñas, robles y algun que otro pájaro o ardilla. También cabe reseñar la Habitación del Ciervo, conocida así porque en ella se recrea la caza de un ciervo. La decoración hace referencia a las actividades lúdicas y mundanas del momento como la caza y la pesca.
La visita a este complejo arquitectónico se hace cómodamente pero tampoco es exageramademente corta. Requiere su tiempo sin tampoco hacerse -para nada- pesada. Es muy interesante, en este sentido, un elemento tecnológico incluido en la entrada y que hace la visita todavía más atractiva. Se trata de una tablet que con la lectura de los correspondientes códigos QR en las distintas estancias permite observa en la pantalla el aspecto orientativo que podría tener aquel espacio durante el gobierno de los distintos papas. En la pantalla descubrimos cómo podría ser aquella estancia en el siglo XIV mientras in situ observamos su estado actual. Buen complemento para una visita a un extraordinario Palacio que justifica -sin lugar a dudas- la visita a Aviñón.
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