Carcassone tiene una historia de 2.500 años de historia -los primeros asentamientos humanos descubiertos datan del siglo VI a.C.- que ha dado para mucho. Entre sus grandes hitos destaca que cuenta con dos monumentos Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO declarados en 1996 y 1997 y que corresponden respectivamente al Canal du Midi, del siglo XVII y que conectaba el Altántico con el Mediterráneo para el transporte de personas y mercancías, y su Ciudadela Medieval, conformada por dos murallas concéntricas de 3 kilómetros de extensión y 52 torres. No es por lo tanto de extrañar que sea considerada como una de las ciudadelas más importantes y mejor conservadas del mundo. Hay que decir, no obstante, que si no hubiera sido por la actuación de tres personajes franceses en el siglo XVIII hoy puede que poco quedara de dicha ciudadela, que había empezado a languidecer varios siglos atrás y que por entonces era un barrio miserable alejado de los centros más activos de la ciudad, que crecían y se enriquecían gracias al comercio del vino y la fabricación de tejidos.
Hoy, su ciudadela es uno de los grandes reclamos turísticos no solo de Carcarssone sino del sur de Francia. El acceso está perfectamente señalizado e incluso cuenta con un aparcamiento específico situado justo fuera de sus murallas. El acceso se produce por la Puerta de Narbona, llamada así precisamente por estar encarada hacia dicha ciudad gala. Fue construida en 1280 por Felipe «el Atrevido» y consta de dos enormes torres en espolón. Fuera y muy cerca destaca un busto conocido como la «Dama de Carcás», relacionado con la ocupación sarracena y el asedio de Carlomagno y que dio pie en época medieval a una leyenda muy característica de esta urbe francesa (la desarrollaremos brevemente en otro artículo).
Una vez dentro del pueblo y siguiendo el camino hacia adelante, se va a dar de forma casi inevitable con el Castillo Condal. Éste fue construido por los vizcondes de Carcassone, la dinastía Trencavel, en el siglo XII. Fue modificado a lo largo de los siglos y cuenta con torres redondas, un castillete de entrada, una barbacana y un foso. Es espectacular aunque requiere de entrada específica -no así el conjunto de la ciudadela-. Además de este castillo y la Puerta de Narbona, vale también la pena otra de sus puertas -ésta, en la parte oeste y de la que prácticamente no se conserva nada debido a la construcción de la iglesia de Saint-Gimer en 1816-. Se llama del «Aude» y aún permite observarse parte de sus muros almenados, que también sirvieron para el rodaje de películas como «Los visitantes regresan por el túnel del tiempo» o «Robin Hood».
Siguiendo su muralla interior, que cuenta con tramos galo-romanos de los siglos III y IV d.C., se llega a una zona donde hay dos elementos dignos de ser reseñados. Uno es el Teatro del Casco Antiguo, levantado en 1908 y que ha vivido varias transformaciones a lo largo de las décadas pero que desde su construcción y especialmente a partir de los años cincuenta del pasado siglo alberga el Festival de la Ciudadela. Originariamente contaba con capacidad para 6.000 espectadores, que se han ido reajustando según el momento y periodo. El otro lugar destacado es la Basílica de Saint Nazaire. Data según la primera acta de la que se tiene constancia del año 925. En 1096 el papa Urbano II se trasladó hasta este punto de Francia para bendecir sus piedras. Se acabó de construir en la primera mitad del siglo XII. Jugó un papel importante hasta 1801 cuando perdió el estatus de catedral. En 1898 el papa León XIII le otorgó el título de basílica.
Llegados a este punto y después de una mañana bastante activa, el parón para comer -la ciudadela todavía está habitada aunque es cierto que también está muy enfocada al turismo- nos puede servir para rememorar su historia, durante la cual por ejemplo desempeñaron un papel importante y longevo los íberos, que dominaron Carcassone, el Languedoc y la Provenza desde el siglo IV a.C. hasta el siglo V d.C. Luego llegaron los visigodos, que dominaron la zona hasta el año 725. Fue entonces cuando hicieron acto de presencia -aunque durante apenas unas décadas- los sarracenos. Fueron expulsados en 759 por el rey de los francos, Pipino «el Breve». Con la muerte de Carlomagno y la desmembración del Imperio Romano se entra en la Edad Media. En Carcassone surge la dinastía de los Trencavel, vizcondes y defensores de los cátaros. Esto les traerá problemas con los papas y sus cruzadas. Carcassone caerá tras un asedio de 15 días bajo el dominio del militar cruzado Simón de Monfort en 1209. En 1224 pasa a dominio de los reyes de Francia. Y es con Luis IX, Felipe «el Atrevido» y Felipe «el Hermoso» que la ciudadela adquiere su aspecto actual, sumando un nuevo burgo a su trazado urbano.
Los cambios en la guerra, con el uso de la pólvora y cañones, junto con la Paz de los Pirineos, que redibuja la frontera entre Francia y España, otorga a Carcassone un papel cada vez menos relevante y algo más residual que el que había desempeñado a lo largo de su historia. En el siglo XVIII se decide la recuperación de la ciudadela, que hoy puede disfrutarse después de haber pasado por un periodo bastante crítico.
Nosotros, ya saliendo de la ciudadela por la misma Puerta de Narbona por la que esa misma mañana habíamos entrado, disfrutamos de la extraordinaria perspectiva sobre la muralla exterior, erigida en el siglo XIII por los reyes franceses y que cuenta con un foso seco ya desde sus orígenes. También animados por algunas de las fotos más características, buscamos la geolocalización desde donde realizar la típica imagen con la muralla y torres al fondo con un campo de vides en primer término. Por circunstancias del tiempo, encontramos el lugar pero no exactamente la escena. Aún así dimos con una fotografía -pensamos- suficientemente interesante sobre esta preciosa ciudadela. //
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