El barrio del Castillo de Praga, construido alrededor de éste en lo alto de una colina, cruzando el río Moldava, se desarrolló durante buena parte de su historia al margen del resto de la ciudad. Con un estilo muy propio, destaca por la abundancia de palacetes, plazas espaciosas y un trazado urbano singular. Fue, en definitiva, residencia de la gente más adinerada y de buena posición. Hoy mantiene esa áurea en sintonía con la espectacularidad, detalle y elegancia del Castillo.
(A continuación reproducimos un extracto del artículo dedicado a esta parte de Praga, incluído dentro del monográfico sobre la ciudad y que puede conseguirse a través de nuestra web).
> Subimos en taxi después de varios días de mucho caminar y conscientes de que la distancia era considerable hasta llegar a las inmediaciones del Castillo. Vimos pasar una primera cola de gente ante una de las puertas de la fortaleza y empezamos a desconfiar. Un rato después nos dejaba en la puerta principal y nos dábamos cuenta de nuestro error (que más tarde se tornaría en razonable al pagar con otro conductor el triple que a la ida en nuestro camino al aeropuerto).
Delante del Castillo, las vistas desde esta zona, en la plaza principal de este barrio construido y desarrollado alrededor de esta fortaleza, sobre la Praga histórica, son preciosas, amplias. Bellas panorámicas. El barrio, por cierto, formado en buena medida a partir de palacios y residencias para la nobleza y el clero, se fundó en 1321 y su historia se entrelaza con la del Castillo. Sufrió como éste dos devastadores incendios en 1420 y 1541. Rodolfo II le otorgó tiempo más tarde la categoría de ciudad real autónoma que ostentó desde 1598 hasta 1784. Su diseño y planificación urbana nunca estuvo en consonancia con el resto de la ciudad. Sus amplias calles y jardines lo distinguen del barrio colindante de Mala Strana. Fue en su momento la más elevada de las ciudades autónomas que en su origen conformaron Praga.

Al fondo, delante del Castillo, con las vistas a la derecha, nos quedan detrás, al fondo de la calle, palacios espectaculares, de preciosa factura, como el del Archiduque de Toscana o los renacentistas del Arzobispo o Schwarzenberg Lobkowitz, todos de los siglos XVI y XVII. Muy cerca de ellos queda la Columna de la Virgen.
Volviéndonos otra vez hacia la puerta principal del Hrad (Castillo) nos queda a la izquierda la entrada a la Galería Nacional, un edificio de finales del s. XVIII que representa una enorme y muy interesante colección de arte de los siglos XV en adelante con nombres del prestigio e importancia como Durero, Goya, El Greco, Veneto, Tintoretto, Rembrandt, Rubens, Van Dyck, Ribera, Lucas Cranach “el Viejo”… Escuelas germánica, italiana, española, nórdica, checa… Una vasta colección que se reparte también por otros espacios de la ciudad.

Centrados ya en el Castillo y llegando relativamente temprano, la cola de acceso es moderadamente larga aunque avanza a buen ritmo. Delante nos queda la Puerta Triunfal, que debe su nombre al emperador Matías, que en 1614 la hizo construir. Detrás de ella se encuentra el Palacio de la Presidencia, que hasta comienzos del siglo XX actuó como residencia de la realeza bohemia y que hoy en día nos permite saber si el presidente se encuentra en su interior con una bandera que ondea en el ala derecha. Durante nuestra visita estaba izada. Delante de la puerta y como es tradición también en otros lugares, tres parejas de guardias se turnan en el custodio del acceso principal a las dependencias del Ejecutivo checo. Por supuesto es parte del encanto de este emplazamiento y no es extraño hacerse una foto con ellos de fondo o a su lado. A las doce cada día se realiza el cambio de guardia con toda la parafernalia divertida y folclórica correspondiente (…)
El resto de este artículo y muchos otros, con mucha fotografía pero también contenido, pueden leerse en el monográfico que publicamos sobre Praga y que puede conseguirse a través de esta web por solo 9,95 euros. ¡Vale la pena (pensamos)!
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