Tiene fama y es merecida. Nuestra visita a Girona, unas de las ciudades más bonitas del país, fue improvisada aunque íbamos sobre seguro: su imagen y prestigio la preceden desde hace tiempo. Se encuentra a cerca de una hora en tren desde el centro de Barcelona, en un semidirecto, que nos llevó hasta las afueras de la ciudad. Desde allí quince minutos a pie, en un día agradable, donde el frío era moderado y que nos permitió alcanzar el Puente de Piedra en muy poco rato. Sobre uno de sus costados, tres chicas haciéndose sus fotos de rigor. Al fondo, una de las estampas más conocidas y singulares, propias y reconocibles de Girona, como son las «Casas del Onyar». De tonos vivos y suaves, forman una combinación bella, junto a sus refejos sobre las aguas del río. Por cierto, el Puente también se conocía como el de Isabel II y vino a sustitutir al anterior, gótico, en 1856. En las primeras décadas del pasado siglo todavía albergaba el mercado de animales.
Al otro lado, cruzando, se localiza otra de las zonas características de Girona: la Rambla de la Llibertat, construída en el siglo XIII, donde antaño se celebraba el mercado y que por ello también se conocía como la «Rambla de las Coles». Destaca por su dibujo, paralelo al curso del río, y, sobre todo, por sus arcos y porches interiores. Pasada esa zona, se encuentra el barrio judío, que es uno de los mejor conservados del mundo. Por ello no es extraño que los productores de Juego de Tronos se fijaran en él para la gravación de algunos de los episodios de su sexta temporada.
Coronando esta parte destaca la Catedral, construída entre los siglos XI y XVIII, y amalgama de varios estilos, desde el románico al barroco. Y con una fachada y escalera de acceso, espectaculares. Cuenta con una nave gótica de 23 metros de ancho, que es la más amplia de ese estilo del mundo. No muy lejos de allí, subiendo y yendo hacia la derecha, se puede seguir un tramo, extenso, del camino de ronda alrededor de la muralla medieval, ampliación de la anterior, romana, del siglo I a.C., que delimitaba el perímetro triangular de la ciudad y que varió con el paso de los siglos. Es un recorrido ameno, ligero, trufado de varias torres, con unas buenas vistas sobre el conjunto de esta urbe, que permite en varios de sus tramos volver sobre tus pasos y descubrir otros rincones interesantes de esta zona histórica.
Cruzando el río, cabe reseñar la que es la plaza más conocida y característica, levantada donde antes se encontraba el solar del convento de San Agustín, hoy conocida como Plaza de la Independencia. Ofrece un buen y variado abanico de locales y restaurantes. Su diseño se desarrolló en el siglo XVIII, con un monumento en el centro, en homenaje a los que lucharon durante el asedio que sufrió la ciudad entre 1808 y 1809. Otro de sus interesantes lugares, éste curioso y singular, distinto, es la Leona de Girona, que es tradición besar en el trasero (culo) como símbolo de que se volverá algún día a la ciudad. Escultura calcárea, data del siglo XII. Sea o no cierta la leyenda, tenemos por seguro (esperamos) volver.
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