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El Palau Güell, obra de juventud de un Gaudí que ya dejaba entrever toda su genialidad

Se encuentra en Las Ramblas de Barcelona, bastante cerca del Liceu, por lo tanto, en un espacio muy céntrico de la capital catalana, pero pese a ello es una de las obras menos conocidas del genial arquitecto catalán y de fama mundial -gran referente universal- Antoni Gaudí. Asumiendo, por supuesto que tiene certa y justa fama, no está a la altura por nombre de La Pedrera, el Park Güell o, sin duda, la Sagrada Familia. Aún así, es un espacio de Barcelona muy recomendable de visitar, se sea o no seguidor del original creador catalán.

El Palau Güell es una obra de juventud que sirvió de residencia familiar durante apenas unos pocos años a la familia del industrial, político y mecenas Eusebi Güell, antes que se trasladaran en 1890 al Park Güell -hoy uno de los grandes reclamos turísticos de la ciudad-. Sirvió, así, como hogar de dicha familia durante cuatro años, según leemos, de 1886 a 1890. Corto espacio de tiempo durante el cual pudieron alojarse en un palacio muy singular, original, en el que Gaudí tuvo que saber encontrar fórmulas innovadoras para combinar las funciones propias de un hogar con las de una residencia que también tenía que albergar y dar cobijo a una profusa actividad social y cultural.

Fruto de ello, hoy pueden visitarse espacios como, en la planta noble, el salón central pero también llaman mucho la atención las estancias en la planta baja o incluso por debajo de ella destinadas a establos y cocheras. En la actualidad su aspecto impresiona por cómo se han conservado y se presentan. Eso sí, se muestran elegantes aunque austeros si se comparan con el festín ornamental, uso de materiales nobles y soluciones de iluminación que se observan en las estancias principales. De hecho, de la obra de Gaudí, éstas serán señas de identidad que mantendrá a lo largo de su carrera profesional, junto con la que podría considerarse como su gran aportación o eje vertebrador de su obra como fue la inspiración incesante que encontró en la naturaleza y que supo traducir en excepcionales obras arquitectónicas.

La visita, además, permite caminar y ver cómo eran estancias más personales como el despacho del industrial Güell, los dormitorios o, en lo alto, última planta, la azotea, con sus chimeneas que, de algún modo o de forma bastante clara y explícta, también serán fácilmente reconocibles tiempo más tarde en La Pedrera.

De Gaudí, que murió ya en la setentena en un desgraciado accidente con un tramvía en los años veinte del pasado siglo, hijo de caldereros, crecido en Tarragona donde estudió hasta matricularse en la Universidad en Barcelona, siempre se ha destacado de su obra la presencia de simbolismos y espiritualidad. Es interesante, asimismo, descubrir su inclinación por materiales como la piedra, madera, hierro forjado, cerámica o vidrio entre otros, así como saber que se trataba de una persona de gran perfeccionismo con gran atención por los detalles. Por cierto, el Palau Güell es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1984, «Bien de Interés Nacional» por la Generaitat de Catalunya y, desde 1969, monumento histórico-artístico español.


(Más fotos y contenidos en nuestros perfiles de Instagram y Twitter: @evrevista)

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