Desde ya el año pasado año y hasta este mes de mayo, día ocho, puede verse en el centro de fotografía de la Fundación Mapfre en Barcelona, KBr, una exposición sobre uno de los mayores y más interesantes fotógrafos de calle de todos los tiempos: el norteamericano Lee Friedlander. Éste ya adquirió fama en los años sesenta con exposiciones individuales y colectivas en espacios de referencia, llegando posiblemente a la cima siendo muy joven, con una muestra junto a dos grandes talentos de este arte como Diane Arbus y Garry Winogrand en el MoMA de Nueva York, entre muchos hitos de un personaje considerado como uno de los más talentosos que ha ofrecido la historia de este arte o disciplina (según se mire y quién lo dictamine, si bien Friedlander se acerque más a la primera acepción).

De hecho, muchas de las fotografías más interesante de Friedlander están hechas en la ciudad de ‘que nunca duerme’, donde empezó progresivamente a ir abandonando la fotografía documental en su vertiente más tradicional para apostar por los caminos abiertos también por otros colegas, como Robert Frank o Walker Evans. Sus imágenes obligan o permiten una percpeción más compleja, fragmentada, de la realidad jugando con reflejos, escaparates, objetos, obstáculos… presentando escenas algo caóticas, que podemos a primera vista no entender pero que nos ofrecen una realidad alternativa a la más evidente, que nos fuerzan a buscar y nos exigen más.
Norteamericano, gozó del apoyo de varias becas y también de encargos para revistas comerciales, que le permitieron desarrollar en paralelo sus trabajos más personales y que le llevaron a recorrer -según leemos- Estados Unidos varias veces, así como a viajar también a Europa. Y a España: visita de la que hay una muestra en esta exposición y que no es demasiado conocida pero sí muy recomendable. En las salas de KBr hay colgadas de sus paredes unas 300 imágenes, que van desde el Lee Friedlander de los comienzos -empezó en la fotografía de adolescente y tuvo pretigio siendo muy joven- hasta las instántaneas captadas en los últimos tiempos.

La exposición está organizada cronológicamente y dedica espacios específicos para ámbitos como el jazz, retratos, autoretratos, desnudos, fotografía de calle o de medio formato, entre otros temas. Habituado a trabajar durante gran parte de su carrera en 35 mm con su inseparable, discreta y de gran calidad Leica, se pasó en los años noventa al medio formato con una Hasselblad 6×6 montando un objetivo Zeiss de 38mm, sin apenas distorsión y mucha nitidez y definición, para inicialmente captar con más precisión la riqueza de los paisajes naturales. Contento con los resultados, ha acabado por pasarse a este equipo, que también ha usado en sus últimos trabajos, con unos resultados algo distintos -especialmente en lo que a fotografía de calle se refiere- a los de sus comienzos. El Friedlander de las últimas décadas es bastante más reflexivo, buscando composiciones muy precisas pero perdiendo algo de versatilidad y espontaneidad.
Para los aficionados a la fotografía, por lo tanto, ésta es una gran oportunidad de acercarse a la obra de uno de los grandes referentes de lo que se conoce también como ‘street photography’, con imágenes muy reconocibles y entre las más populares de su historia.
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