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Pare Manel: «No hay más Dios en el Papa que en cualquiera de nosotros»

Religioso atípico, diferente (apelativos que a él no le gustan) ha recibido la Creu de Sant Jordi por su trabajo al lado de los más necesitados en Barcelona

El Pare Manel trabaja desde los años setenta en el distrito de Nou Barris. Es un sacerdote distinto, atípico, que viste de calle y que desde entonces se preocupa por sus vecinos. Acude a la cárcel, tanto de jóvenes como de mayores, y desarrolla actividades para los más pequeños y adolescentes mediante una amplia oferta de actividades de deportes, música, refuerzo escolar, ‘casals’ o comidas, entre muchas otras.

(Extracto de la entrevista publicada en el número 07 de «EV»)


» Asegura que en la educación se encuentra unas de las claves para el futuro desarrollo de los chavales, ya que es esencial haber «experimentado experiencias de amor, comprensión, ternura o bondad» para interiorizarlas y poder proyectarlas en el futuro a los demás. Desde 2004 todos estos proyectos se transforman en su Fundación, que desarrolla un trabajo encomibale y fundamental en el barrio y que le han valido el reconocimiento de la ciudad y de Catalunya con la Cruz de Sant Jordi y la Medalla de Honor de Barcelona. Este año ha sido candidato a «Català de l’any». Asegura sentirse abrumado por tantos reconocimientos, que no esperaba aunque él sigue con su actitud al lado de los más necesitados.

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En un artículo sobre usted se usaba mucho el término “bondad” para referirse a su persona pero, ¿qué es para usted?

Para mí la bondad es la dimensión del ser humano donde se encuentra su realización a través de la solidaridad, la comunicación y el amor. Lo que pasa es que siempre no podemos ser buenos. Una persona no es mala porque quiera sino que muchas veces se debe a una serie de circunstancias o motivos.

Usted ha dicho que los presos en cierta manera también son “víctimas”.

Sí, generalmente vemos o juzgamos a los demás de forma espontánea de modo que uno sólo mira el mal que el otro le ha hecho pero no analiza ni contempla el mal que uno hace. Es muy delicado hablar sobre este tema porque con ello no pretendo justificar el mal pero sí subrayo que generalmente en todas las actitudes, el código penal, los juicios y en todo el sistema represivo no se tiene en cuenta el por qué. Hay que preguntarse por qué una persona roba, por qué una persona pega, por qué una persona tiene una deformación sexual… Sólo cuando nos preguntamos el por qué de las cosas podemos encontrar posibles soluciones. Y no quiero decir con ello que existan siempre. Yo no soy optimista con la vida, no puedo serlo porque veo demasiada mierda cada día. Y no sólo por lo que pasa en mi entorno sino por lo que pasa en general en el mundo.

Con esto tampoco quiero decir que no podamos hacer nada para que las cosas vayan mejor. Lo único que digo es que cualquier persona, un niño o una niña, que no ha encontrado desde su nacimiento una experiencia de amor, de crecimiento ni se ha sentido acompañado, es muy probable que luego no pueda o no sepa practicar la humanidad o la bondad.

En este sentido, ¿hasta qué punto cree que nos condicionan las circunstancias?

Dependerá de muchos casos pero, en general, de forma muy significativa. Si no puede haber un proceso de liberación, es complicado. Una niña que ha sido abusada por su padre o por su hermano, su tío o el abuelo, si no puede rehacer esta experiencia de violación, se le hace muy difícil. No digo que no pueda porque he conocido gente con experiencias traumáticas, hándicaps, y han sido capaces de superarlos pero sí que es muy complicado. En cualquier caso se trata de experiencias que marcan mucho, como nos marcan a todos.

Usted se estaba refiriendo a casos muy traumáticos y muy duros, pero refiriéndonos a experiencias menos extremas, ¿hasta qué punto podemos superar nuestras circunstancias?

Por supuesto que las personas pueden sobreponerse a circunstancias adversas, eso por supuesto. Cada uno tiene capacidad para superar sus defectos.

¿Por qué se acaba en el mundo de la droga, de la delincuencia…? Además, usted ha conocido muchos casos.

Imagino que porque en lugar de experimentar procesos de crecimiento, la persona vive procesos de deterioro. Ningún niño de siete años es malo pero dependiendo de qué educación reciba, puede acabar convirtiéndose en alguien malo; quiero decir en alguien que haga daño a otras personas o que las utilice para su beneficio. Esto último, en definitiva, es la esencia de la maldad: buscar el provecho propio independientemente de la forma o la finalidad. (…)


(En próximas entradas complementaremos esta entrevista, con más fragmentos de la conversación que mantuvimos para el número 07 de «EV» con el Pare Manel).

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