Dedicamos el número 08 de «EV» a un monográfico sobre la capital portuguesa. Fue para nosotros una sorpresa descubrir una ciudad verdaderamente bella, con mucho encanto, que está de ‘moda’desde hace ya algunos años pero que esconde algún episodio trágico y trascendente para entender la actual Lisboa. Su centro se vio muy afectado por un terrible terremoto en 1755, requiriendo de una profunda reforma también a consecuencia de un gravísimo incendio que se extendió por buena parte de esta zona de la ciudad.
(A continuación reproducimos un fragmento del artículo dedicado a esta parte de la ciudad publicado en el nº 08 de «EV, escapadas y viajes»)
» El centro histórico de Lisboa está muy marcado por los terribles efectos del terremoto del Día de Todos los Santos de 1755 cuando un seísmo sacudió sus calles provocando graves desperfectos, seguido de un gran incendio que se propagó rápidamente.
Se calcula que un tercio de la población de la ciudad que por entonces tenía cerca de 270.000 habitantes perdió la vida y los daños materiales fueron devastadores. Los trabajos de reconstrucción bajo el reinado de Dom José I fueron a cargo sobre todo de su primer ministro, Sebastiao de Melo, más conocido como el marqués de Pombal que, bajo la premisa de “primero enterrar a los muertos y curar a los vivos”, puso en marcha de forma inmediata un plan urbanístico para paliar sus estragos, junto a ingenieros y arquitectos públicos como Eugenio dos Santos y Manuel de Maia. Dicho plan se caracterizó por ajustarse a premisas de tipo funcional tanto en el trazado de las calles como de las plazas, así como en el uso de materiales simples en las edificaciones o la práctica ausencia de elementos decorativos. Todo ello se conoce bajo el nombre de “estilo pombalino”, asociado de forma evidente a la sobriedad y que introdujo a Lisboa en la era moderna.

Praça do Comércio
Muestra de este estilo y de los intensos esfuerzos de reconstrucción es la “Praça do Comércio”, en el estuario del Tajo con el Atlántico, en la parte sur de la ciudad y que representa la puerta marítima a la ciudad. Lugar de visita obligada, siempre está llena de gente y es fácil encontrarse con el frecuente traqueteo de los populares tranvías lisboetas. Su diseño actual data de 1758, alzándose donde antes se encontraba el “Terreiro do Paço”. Esta plaza consta de un dibujo sencillo, con un recinto de arcadas con dos torreones en los extremos y un gran arco de triunfo en la parte central, que da acceso a la “Rua Augusta”. Se conoce como el “Arco de Vitória” y destaca por estar coronado por figuras alegóricas que representan “la Gloria”, “el Valor” y “el Genio”. Sobre ellas se alzan las estatuas de varios personajes ilustres, entre los que se cuentan Vasco da Gama o el propio Pombal. En el centro de la plaza hay una escultura ecuestre en homenaje al rey que lideró la reconstrucción, José I, de 14 metros, hecha en bronce y que se inauguró en 1775. Se erigió en el lugar donde antes del terremoto se ubicaba una antigua efigie en honor al dios Apolo.
Elevador de Santa Justa
No muy lejos de allí, se encuentra otro de los grandes elementos para conocer: el “Elevador de Santa Justa”. Obra de un discípulo de Gustave Eiffel, Raúl Mesnier, es una estructura en hierro forjado que representa el único ascensor callejero de la ciudad y que permite, después de la preceptiva cola (en temporada alta, larga y que algunas guías desaconsejan) disfrutar de unas amplias vistas de 360 grados sobre el sky-line de Lisboa. Si, por el contrario, se opta por buscar una fórmula alternativa, pueden observarse unas vistas muy parecidas desde otro punto de la ciudad, cercano, situado cerca del “Convento do Carmo” y que por la orografía de la ciudad, que cuenta con siete colinas, queda a la altura del primer nivel del Elevador (…)

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