Todos conocemos la cara más popular y vistosa de las playas de Barcelona, la del verano y el buen tiempo cuando miles de personas se agolpan en la arena, chiringuitos y paseos de Barcelona, concentrados en los lugares más conocidos. Cierto también que hay quejas de incivismo y problemas de convivencia, pero al margen de todo ello hay mucho más en esta parte de la capital catalana. Nuevos fenómenos, que van ganando terreno como el del surf, antes poco frecuente.

Así, lo que puede que sea menos conocido es qué aspecto tienen estas playas precisamente cuando el sol no calienta, el viento sopla con fuerza y las nubes aparecen amenazantes al fondo, en el horizonte. Hablamos, por ejemplo, de cualquier mes de noviembre o diciembre, época de finales de otoño o invierno, cuando igual el tiempo no es tan amable. La imagen que presentan playas como las de la Barceloneta, San Sebastián o Nova Icaria cambia sensiblemente.
Uno de los puntos a resaltar es que sigue habiendo gente que, pese a que el clima igual no invita, siguen saliendo para mirar de mantenerse en forma aprovechando las características de esta zona, que facilita la prácita deportiva. Otro, son los pescadores, habituales, que caña en mano y con una fe inquebrantable no fallan a su cita con el mar, esperanzados por coger algo que llevarse (probablemente) al plato o para vender.

Pero, si un fenómeno llama mucho la atención, es la cantidad de tablas de surf que se ven a lo lejos, sobre el agua, a la espera de una buena ola para montarse sobre ella y disfrutar de una afición que, según leemos en un artículo en El Periódico, «se ha multiplicado» considerablemente en los últimos años en Barcelona. Y, la mayoría son vecinos de la ciudad que se levantan muy temprano para, gracias a una web de referencia, conocer el estado del mar y decidir si vale o no la pena salir de la cama, madrugar y lanzarse a por las olas (de habitual, no demasiado grandes en esta parte del litoral catalán).
El día que nosotros fuimos, ya al atardecer, la cantidad de chicos y chicas embutidos en sus trajes de neopreno, en fila casi geométrica sobre el agua, era notable. No hablamos como podría ser hace unos años de unos pocos apasionados de este deporte sino de un volumen que hace pensar que este deporte está creciendo de forma significativa. Lo confirma la estampa que tenemos frente a nuestros ojos pero también la aparición de tiendas y bares enfocados precisamente a este público. Una audiencia que en verano cambia de piel, de perfil, surgen más extranjeros y personas de todas las edades, más interesadas por prácticas algo más tranquilas como el paddle surf (que también ha ganado muchos adeptos los últimos veranos).

Otro aspecto también destacado es que cada vez hay más chicas, atraídas por una afición que, lejos del sueño californiano o hawaiano y a excepción de para unos pocos, no es tanto un estilo de vida como una afición que crece pero que tiene que amoldarse a los ritmos y obligaciones de sus practicantes.
Barcelona y sus playas, en cualquier caso, adquieren durante estas fechas y esta parte del año un aspecto algo distinto pero también interesante. Durante nuestro recorrido nos encontramos personajes que ni por las inclemencias ceden y reniegan de su compromiso con el mar o sus cercanías. Nos referimos, por ejemplo, a artistas que hacen maravillas en y con la arena y que están presentes todo el año. Este diciembre, como no podía ser de otro modo, una de esas curiosas y frágiles obras estaba relacionada con la Navidad y los Reyes Magos. Lucecitas de colores captaban la atención de los paseantes, mientras los surfistas daban la sesión de ese día por cerrada.
También te pueden interesar:

El ‘techo’ de Navarra, en el valle de Belagua


0 comments on “La cara más ‘surfera’ de las playas de Barcelona”