Dicen que muchos barceloneses tienen la sensación que empieza la Navidad cuando ven la Fira de Santa Llúcia montada en la Plaza de la Catedral. Este año lleva allí desde el 30 de noviembre y estará montada hasta el día 23 de diciembre. Es para muchos -también turistas- un lugar especial que, evidentemente, respira la Navidad por sus cuatro costados gracias a sus más de 280 paradas. Se pueden encontrar desde las más diversas figuras para el belén a adornos varios -originales o más tradicionales-, árboles, musgo o artesanías. De hecho, la Fira está organizada en tres zonas: una pensada para todo tipo de elementos decorativos y figuras del belén, una segunda parte que llaman «del verde» y una tercera para productos artesanales tales como joyas u otros elementos.
Durante nuestra visita, en un día laborable, por la mañana y con algo de frío aunque con sol y sin lluvia, familias, parejas, turistas, pequeños y mayores deambulaban -parece que sin rumbo fijo- disfrutando del ambiente creado y que se vive en la propia Fira a la vez que se sondeaban precios y puede que también se buscara algo para adornar la casa durante estas fechas. A nuestro entender la Fira de Santa Llúcia hace Navidad. Es una bonita tradición muy de aquí (aunque también de muchos otros lugares -las ferias de Navidad son algo muy habitual en muchas otras ciudades y pueblos de Europa y del mundo-).

Un señor curioseaba entre luces de colores en uno de los estantes mientras una pareja se quedaba ante las figuras del belén buscando la que les faltaba. En la parte «Del verde» se oía a alguien lamentar que todavía no había llegado el frío. Más allà dos veteranos de la Fira conversaban, mientras el ajetreo de gente todavía era moderado y, dentro de una caseta, una señora acababa de perfilar algunos detalles. Otros, a cubierto del ‘fresquito’ aprovechaban para fumar un cigarrillo o leer un poco. La feria ofrecía esa mañana su cara más cotidiana, a la espera de la llegada de días de más movimiento, coincidiendo con festivos y fines de semana.
Es interesante, en este sentido, recuperar sus orígenes. Según datos de la «Asociació Fira de Santa Llúcia«, existen documentos fidedignos y creíbles que demuestran que la Fira se celebra en Barcelona desde 1786. En otras palabras, esta es ya su 232 edición. Los documentos se atribuyen a un cronista de la época, que vivió durante la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del XIX. Se trata del escritor Rafael Amat, también conocido como Baró de Maldà, que entre los 60 volúmenes de sus dietarios escribió: «Día 13 de diciembre, Santa Llúcia Virgen y Mártir. Hubo fiesta dentro de la catedral, en la capilla y el altar (…); y fuera del claustro, en una feria delante de su calle muchas casas de pesebre (…)». La segunda referencia se atribuye al cronista y folclorista Joan Amades, que confirmó 1786 como la fecha más antigua y conocida de celebración de la Fira. Hoy, no obstante, hay quien cree que, pese a la falta de documentos que lo demuestren, su celebración incluso podría ser anterior.

Santa Llúcia se conoce como «la patrona de modistas, sastres y profesionales de la aguja, así como la de los ciegos», según leemos. La Fira era también una buena oportunidad para encontrar y concertar matrimonios. Mujeres de aquí y de las cercanías, acompañadas de sus madres y vestidas para la ocasión, se dejaban caer por la Fira con la esperanza, dicen, de «encontrar pretendiente». En el siglo XIX, ésta se celebraba durante tres días: por la Purísima y Santa Llúcia, en la Plaza de la Catedral; y, por Santo Tomás, en la Plaza del Pi, de Sant Josep Oriol y del Born. Con el tiempo y el crecimiento y auge de ambas, éstas acabaron por tocarse, hasta el punto de convergir en una. Tal ha sido su éxito, que ni epidemias com la de fiebre amarilla de 1860 forzaron a su cancelación.
En el primer tercio del siglo XX, se habla de aglomeraciones de personas acercándose a la capilla de Santa Llúcia para pedir protección para su vista. De aquel entonces a ahora, la estructura de las paradas ha cambiado mucho. Hoy son modernas, más sólidas y dotadas de luz eléctrica, gran y sustancial avance que por entonces resolvían con ingenio y con los medios a su alcance. El ‘caganer’ y el ‘tió’ son dos de los elementos que más éxito tienen, sobre todo, entre los foráneos. Del segundo, circulaba por las redes no hace tanto una entrevista del actor Viggo Mortensen tratando de explicar -de forma algo peculiar y muy exótica- dicha tradición en un canal norteamericano de gran audiencia. Y del primero, aseguran, llama la atención y es muy demandado por extranjeros que visitan la ciudad. De ‘caganers’ hay para todos los gustos. Nadie se salva: ni políticos, deportistas, gente de la cultura ni pesonajes más variopintos. Con la Fira en su recta final, al fondo, asoma ya una nueva Navidad.
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