Han pasado pocas semanas para que periodistas y ‘opinadores’ de diversa tendencia y tripas se pronuncien sobre el actual Pesebre instalado por el Ayuntamiento de Barcelona en la Plaza Sant Jaume de Barcelona. Parece evidente, en cualquier caso, la poca inclinación religiosa de la alcaldesa Ada Colau, que con esta versión se muestra más inclinada por versiones actualizadas y algo o bastante más laicas del nacimiento de Jesús. Algunas organizaciones católicas de la ciudad ya se han quejado por esta versión algo sui generis y, dicen, no demasiado apta para niños. Básicamente por su liviana cercanía a las versiones más clásicas del pesebre tradicional.
En cualquier caso, no se trata tampoco de la versión más polémica de los últimos años. De hecho, algunos partidos políticos con representación en el consistorio municipal tampoco han aprovechado para sacar tajada y alimentar demasiado la controversia. Lo máximo que se ha podido escuchar es cierta disconformidad (al margen de representantes abonados de forma habitual a la palabra gruesa). En la plaza Sant Jaume hay instalada una enorme mesa que representa una comida familiar con elementos y alusiones explícitas a figuras como el Niño Jesús, que preside la mesa, sus padres, José y María, los Tres Reyes Magos, un pastorcillo, los animales o «el caganer».
La propuesta es obra del escenógrafo e ilustrador Sebastià Brosa, que ha pretendido con este trabajo realizar una fusión muy personal de su pesebre con las comidas familiares propias de estas fechas y que, según explicaba, solía vivir de pequeño en casa de su «abuela o tieta», de ahí los mosaicos hidráulicos del suelo. También, apuntaba, el hecho que las sillas sean de tamaños y diseños distintos hace referencia a una circunstancia habitual en este tipo de comidas: «la falta de sillas». Doce nidos sobre la mesa, explicaba, hacen mención al «hogar familiar». Cada uno guarda en su interior un deseo, concretado en un poema llamado precisamente como «Un deseo», obra de Montse Ginesta, muy evocador.
Sin duda, no es fácil de interpretar y queda muy alejado de cualquier fórmula clásica. No obstante, aseguraban desde el Ayuntamiento, que para eso ya hay un pesebre en los jardines del Museo Marès montado a iniciativa de 20 socios de la Asociación de Pesebristas de Barcelona. El presupuesto del ofrecido y presentado para disfrute (u otras emociones) en la Plaça Sant Jaume ha costado unos 60.000 euros.
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