Todos conocemos la cara más popular y vistosa de las playas de Barcelona, la del verano y el buen tiempo cuando miles de personas -muchas, muchísimas son turistas- se agolpan en la arena, chiringuitos y paseos de Barcelona casi monopolizando los lugares más demandados. También son habituales las quejas de incivismo de muchos vecinos y los problemas ocasionados de convivencia entre unos y otros, que han llevado a que desde hace algunos años se hable de un cambio de modelo para Barcelona que atraiga otro tipo visitantes.
Pero al margen de esto, lo que puede que sea menos conocido es qué aspecto tienen estas playas precisamente cuando el sol no calienta, el viento sopla con fuerza y las nubes aparecen amenazantes al fondo, en el horizonte. Nosotros, este diciembre y tras un día de lluvias y algo de temporal, nos hemos dado una vuelta por las playas más céntricas como son las de la Barceloneta, San Sebastián y Nova Icaria.
Lo primero y muy llamativo es que sigue habiendo mucha gente que pese a que las condiciones ambientales no son las más idóneas siguen apostando por el paseo y los distintos equipamientos de uso público que hay en la zona para la práctica deportiva y estar en forma. Lo segundo son los sempiternos pescadores que, caña en mano, no fallan a su cita con el agua esperanzados de coger algo que llevarse a la boca.
Y lo tercero, aunque no por orden de importancia, llama mucho la atención la cantidad de tablas de surf que se ven a lo lejos, sobre el agua a la espera de una buena ola para montarse sobre ella y disfrutar de una afición que, según leemos en un artículo en El Periódico, «se ha multiplicado» por mucho en los últimos años en la capital catalana. Y muchos son autóctonos de la ciudad que se levantan muy temprano por la mañana para gracias a una web de referencia conocer el estado del mar, las olas y el viento. A partir de ahí se decidirá si es o no día de madrugar y lanzarse a la aventura.
El día que nosotros fuimos, ya al atardecer, la cantidad de chicos y chicas embutidos en sus trajes de neopreno, en fila casi geométrica sobre el agua, era considerable. No hablamos como podría ser hace unos años de unos pocos fanáticos de este deporte sino de un volumen que hace pensar que este deporte está creciendo de forma significativa. Lo confirma la estampa que tenemos frente a nuestros ojos pero también la aparición de tiendas y bares enfocados precisamente a este público. Un público que en verano cambia de piel, de perfil, surgen más extranjeros y personas de todas las edades más interesados por prácticas más relajadas como el paddle surf, que también ha ganado muchos adeptos los últimos veranos.
Pero volviendo al surf, entre su público cada vez se ven más chicas, que también se ven atraídas por una afición que lejos del sueño californiano o hawaiano y a excepción de para unos pocos no es tanto un estilo de vida como una afición que crece pero que tiene que amoldarse a los ritmos y obligaciones de sus practicantes. Vaya, según relatan, tiene que combinarse con estudios y trabajo.
Barcelona y sus playas, en cualquier caso, adquieren durante estas fechas y esta parte del año un aspecto algo más incómodo pero de gran belleza. Durante nuestro recorrido nos encontramos personajes que ni por las inclemencias ceden y reniegan de su compromiso con el mar. Nos referimos, por ejemplo, a artistas de las figuras de arena que durante todo el año obsequian a los paseantes con construcciones muy finas y también originales. Este diciembre, como no podía ser de otro modo, una de estas figuras estaba relacionada con la Navidad y los Reyes Magos. Lucecitas de colores captaban la atención de la gente mientras los surfistas daban la sesión de ese día por cerrada.
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