La capital alemana tiene una historia reciente muy llamativa, accidentada, que hace que todavía hoy se pueda hablar de una urbe en reconstrucción y que después de todo lo vivido todavía trata de superar profundas heridas y cicatrices a la vez que desempeña un papel esencial en Europa y en el escenario internacional.
En el número de «EV, escapadas y viajes» (que publicamos en formato revista) repasamos algunos de sus lugares más emblemáticos, desde el edificio del Reichstag (parlamento alemán) pasando por la Puerta de Brandenburgo, algunos de sus principales museos, monumentos, el Muro, su catedral o damos una vuelta por la parte oriental, que se está transformando a pasos agigantados.
(A continuación, reproducimos un extracto del artículo que publicamos y que forma parte del monográfico sobre la capital germana que puede comprarse aquí).

> Al poco de llegar a una de las estaciones de transporte más importantes, modernas y espectaculares de Berlín como es la de Hauptbahnhof, el edificio del Reichstag se divisa o intuye a una distancia relativamente cercana. Una construcción que contrasta con muchos de los edificios próximos y también con la zona, abierta, diáfana que lo rodea. El edificio del Parlamento es una construcción mastodóntica, imponente, de corte clásico, que ha vivido a lo largo de su historia hechos cruciales para la historia del país.
Construido a finales del siglo XIX, recibe anualmente cerca de 3 millones de visitantes. La razón se encuentra, además de en el aspecto de la propia fachada que se ha respetado y que es de corte renacentista italiano con elementos barrocos, en la cúpula obra del arquitecto Norman Foster: acristalada, que se levanta sobre la azotea ofreciendo unas vistas espectaculares y construida sobre la sala de plenarios en lo que podría ser una especie de recuerdo hacia la apertura y transparencia que deberían guiar la gestión del gobierno. En el jardín, enfrente, han actuado artistas como Pink Floyd, David Bowie o Michael Jackson. El pórtico principal, sustentado sobre seis poderosas columnas corintias está coronado por la inscripción «Dem deutschen volke» (‘Al pueblo alemán’).
En 1919 desde una de sus ventanas un diputado anunció el final de la monarquía y el comienzo de la República de Weimar. En 1933 Hitler aprovechó un incendio del edificio, supuestamente atribuido a un complot (dudoso) comunista, para desarrollar una serie de políticas autoritarias y restrictivas de libertades que llevarían a lo que después fue el III Reich, la Segunda Guerra Mundial y los campos de concentración.

Precisamente al final de esa contienda vería ondear desde lo alto de su fachada la bandera de la Unión Soviética tras la entrada y victoria del Ejército Rojo. Durante la Guerra Fría, el Gobierno de la parte correspondiente a la Alemania Federal se trasladó a la ciudad de Bonn. El Reichstag no volvería a ser sede del Parlamento hasta algunos años después del comienzo de la reunificación, comenzada a inicios de los 90. Y tardó un poco, no fue hasta 1999. El edificio, hoy, es de los más llamativos de la capital germana. Sobre el césped que hay delante es habitual ver a familias, jóvenes, parejas o amigos disfrutando, sobre todo en verano, de su tiempo libre en un espacio francamente apacible y agradable.
La Puerta de Brandenburgo
No muy lejos de allí, a unos diez minutos más o menos a pie, se encuentra otro de los puntos más emblemáticos de Berlín. Se trata de la Puerta de Brandenburgo. Inspirada en la Acrópolis griega de Atenas, se terminó en 1791. Napoléon expolió la Cuádriga que corona este arco de triunfo en 1808 tras la victoria sobre Prusia, aunque ésta consiguió recuperarla años más tarde de París, en 1815. La Cuádriga representa a la diosa de la Victoria tirada por cuatro portentosos caballos.
La Puerta domina la Parisier Platz, fuertemente afectada por los efectos de la Segunda Guerra Mundial. Uno de los edificios que antes se reconstruyeron fue el hotel Adlon, originariamente de 1907 y que pasaba por entonces por ser el más lujoso de la ciudad. En la reconstrucción se buscó fidelidad respecto al primer edificio y sigue siendo uno de los preferidos para alojarse de los más adinerados. Desde una de sus ventanas el cantante Michael Jackson protagonizó una de las anécdotas más curiosas pero también temerarias que se han visto en sus estancias al mostrar a la prensa su hijo sacándolo por la ventana. También en este plaza se encuentra la Academia de las Artes (Academie der Künste), fundada en 1696 por el margrave de Brandenburgo y primer rey de Prusia, Federico I, y que es una de las instituciones culturales más antiguas de Berlín. Es fácilmente reconocible por su fachada de cristal.

Destaca, asimismo, no muy lejos de aquí, la Gendarmenmarkt, uno de los espacios de más lujo o aires más refinados por sus cafeterías, restaurantes y establecimientos de compras. Un espacio abierto donde destacan las catedrales Francesa y Alemana, que datan de comienzos del siglo XVIII. El nombre de la plaza se atribuye a un regimiento prusiano que se estableció de forma permanente en esta parte de Berlín en el siglo XVII y que estaba formado por antiguos hugonotes franceses que huyeron de su país. Destaca de las iglesias una de sus cúpulas, añadida más tarde a la Catedral Francesa.
Alejándonos un poco de esta parte y tras una caminata de una media hora, podemos llegar a la Alexanderplatz, una de las plazas con más nombre y populares de Berlín pero que no presenta un aspecto demasiado llamativo. Eminentemente gris, es un enclave bullicioso, lleno de gente, bicicletas, trenes y tranvías. Fue espacio central de la Berlín Oriental bajo dominio soviético hasta la caída del Muro, que todavía recuerda por su estructura y edificios esencialmente sobrios y funcionales (…)
(En próximos posts, complementaremos este artículo que podrá leerse íntegramente en la versión en papel que publicamos este mes de septiembre).
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