Con el comienzo de julio (2020) se acaba, más o menos, el periodo de gracia que permitía el acceso gratuito a uno de los parques más bonitos y populares del mundo: el Park Güell, obra del genial Antoni Gaudí, localizado en Barcelona y uno de los grandes atractivos de la capital catalana, muestra de gran creatividad y espacio urbano y verde. Con la pandemia y la desaparición de los turistas, el Ayuntamiento permitió durante el periodo de desescalada y hasta el 1 de julio el acceso sin entrada a quien quisiera. Con ello, muchos de los vecinos de la ciudad se acercaron para redescubrirlo, seguramente y sin extrañeza, con sorpresa por su diversidad y planteamiento.

También se quiso aprovechar aquel periodo para reorientar el uso intensivo de dicho espacio, tratando de reducir a la mitad los más de 9 millones de visitantes que recibía anualmente hasta aquellas fechas. Aquel verano, por cierto, las cifras de turistas siguieron siendo, a nivel global, muy bajas con el impacto que todo aquello supuso (cambiarían con la campaña de vacunación que comenzó la primavera de 2021).
Por entonces, un paseo por sus caminos, escalinatas y distintos lugares permitió redescubrir un entorno singular, exótico, concebido originalmente como proyecto de urbanización para familias pudientes, encargado por el importante industrial catalán Eusebi Güell a Antoni Gaudí, y que se empezó a construir en 1900. El proyecto inicial preveía la construcción de 61 viviendas, con zonas de caminos, una plaza, vegetación… Todo, inspirado en los parques británicos. De ahí que se llamara «Park Güell» (en inglés).

La construcción finalizó en 1914 con la sala Hipòstila y el banco. Pocos años después y ante el fracaso del proyecto, Güell lo vendió al Ayuntamiento en 1922, que lo abrió como parque público. En 1969 fue declarado como Monumento históricoartístico por el estado y en 1984 fue considerado como Patrimonio Mundial por la UNESCO. Ya en los noventa, en 1993, la Generalitat de Catalunya lo declaró como Bien Cultural de Interés Nacional.
El parque se estructura alrededor de un eje central, que conforman la escalinata principal, la sala Hipòstila y la plaza. De hecho, son tres de los espacios más famosos y retratados. De la escalinata, destaca la figura del dragón. Y de la sala Hipòstila, dividida de forma sugerente en tres zonas que crean las separaciones distintas entre las columnas -a imitación de las naves de un templo-, llaman mucho la atención la ornamentación en el techo de sus diversas cúpulas. Obra de Josep Maria Jujol, se trata de una técnica característica catalana, a base de fragmentos de cerámica y que, según leemos, podría haber sido antesala del posterior «surrealismo».

Algunas de las partes del parque estaban en obras durante nuestra visita. Arriba, en lo alto de unas de las colinas, de hecho en la parte más alta del recinto del parque, destacan tres cruces. En el proyecto original, en los primeros mapas, constaba la construcción de un capilla de planta central, aunque finalmente solo se realizó la parte correspondiente al Calvario. El actual es una reconstrucción, después que el original fuera destruido durante la Guerra Civil. Desde allí, como desde diversos puntos del parque, se puede disfrutar de unas grandes vistas sobre buena parte de Barcelona. Con razón este parque es uno de los más originales del mundo.
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