Se inauguraron en 1970 en homenaje a uno de los mayores poetas catalanes de
todos los tiempos, Mossèn Jacint Verdaguer; siendo uno de los tres de toda
Catalunya dedicados a poetas en esa lengua. Los otros dos, también
estrenados en fechas parecidas, rendían tributo a grandes también de las letras
como Joan Maragall o Costa i Llobera. En el caso de estos jardines, situados en
una de las laderas de la ‘montaña mágica’ de Montjuïc, ocupan alrededor de 2.800 hectáreas y destacan sobre todo por su gran diversidad de flores y vegetación. Además, según leemos, en un día soleado puede incluso llegarse a divisar, desde alguno de sus puntos, a lo lejos el Montseny. Que no es poco. Lo que nosotros sí llegamos a ver desde allí mismo, fue una muy bonita panorámica de la ciudad, con la Sagrada Família moderadamente cerca y, al fondo, las cimas de la sierra de Collserola.
Su entrada principal se encuentra en la Avenida Miramar, de fácil acceso y puerta central vistosa, amplia y que permite acceder a estos jardines, que combinan parterres de flores como lirios, tulipanes, anémonas… con zonas de escalinatas, pequeños estanques de agua… Se nota que se trata de un espacio bien estudiado, parcelado y que se ha mantenido en óptimas condiciones con el paso del tiempo e, incluso, en circunstancias como las actuales de escasez hídrica acuciante y que preocupa. Los parterres de flores, en cualquier caso, están colocados de forma que dibujan pequeños circuitos, fáciles de localizar y de seguir y que son fantásticos para hacer fotos o, sencillamente, para disfrutar de ricas y diversas combinaciones de colores y formas. Los olores probablemente también, aunque eso ya se nos escapa. Durante nuestra visita no fueron pocas las personas que descubrimos cámara o móvil en mano tratando de capturar la sutileza que se presentaba frente a nuestros ojos.
Las mejores fechas para la visita, según detallan en la información oficial de estos jardines pertenecientes al Ayuntamiento de Barcelona, se concretan sobre todo en dos etapas (a tener en cuenta), como son los meses de marzo a abril y también desde finales de julio y hasta septiembre. Periodos no exageradamente
largos, donde asistir al delicado espectáculo ofrecido por estas flores, que no surgen de forma casual sino en base a unos criterios establecidos por sus profesionales, buenos conocedores como queda de manifiesto del asunto. Y que aciertan a hacerlo con gusto y tino, del que nosotros podemos dar buena cuenta. En uno de estos parterres o zonas habilitadas y al poco de entrar, dos chicas adolescentes, cubiertas parcialmente por un velo, buscaban el mejor encuadre sirviéndose de las flores como bello fondo. Algo más allá, una chica con una buen
aparato fotorgáfico entre las manos miraba de capturar el instante.
Por supuesto, al margen de todo lo comentado, se trata de un espacio ideal para disfrutar de una agradable jornada cerca de casa, sin salir de la ciudad y rodeado de vegetación. Familias, amigos, parejas, niños… revoloteaban o se relajaban por sus numerosos rincones. Atrás, queda, por lo tanto su pasado como antigua cantera para convertirse en un bello paraje que aún conserva algunas de sus anfibios e insectos autóctonos, como las ranas verdes y terrestres, renacuajos o libélulas. Destaca, asimismo, una estátua, conocida como «la niña de los lirios», junto a unos versos que rezan (en catalán), de Mossèn Verdaguer: «Bonica és la rosa/més ho és el ram/més ho és el lliri/que floreix tot l’any». //
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